En sus ratos libres, Aristóteles se dedicaba a contemplar a la gente; y no es que tuviera mucho tiempo libre, pero sí alguno cuando su discípulo Alejandro se iba a montar a caballo como si se fuera en moto.
Cabalgar era una experiencia asaz peligrosa pues ni los griegos ni los romanos conocieron los estribos, y uno imagina lo incómodo que era entonces matar gente en las guerras. Los estribos son medievales, como los prejuicios; su invento hizo que se matara con más comodidad, y a los avances como este también llamamos ‘civilización’.
Todas las ventanas que dan a la calle en un primer piso son invitaciones a la filosofía porque uno ve pasar gente tan de cerca que parece que pudiésemos tocar sus dramas con solo alargar las miradas. Aristóteles llegó tal vez así a la conclusión de que el ser humano es un ser social; o, como se decía antes, ‘político’ (ciudadano, de una ‘polis’).
Desde entonces se asegura que el ser humano es un “animal político”; pero, si invirtiéramos los términos, resultaría otra especie, de notable éxito en la cosa pública.
Los dichos de Aristóteles han rodado como cantos, y uno de ellos sostiene que el ser humano es el único animal que ríe. François Rabelais amonedó mejor esa idea: “La risa es propia del hombre”.
La risa ha vibrado también en la literatura, y algunos poetas compararon la risa de las mujeres con relámpagos que se abren en el cielo rojo de los labios. “Relámpagos de risa carmesíes, / auroras, gala y presunción del cielo”, nos deslumbró Quevedo, y “Despierta, ríes, y, al reír, tus labios / inquietos me parecen / relámpagos de grana que serpean / sobre un cielo de nieve”, añadió Gustavo Adolfo Bécquer.
Amado Alonso historia otros poemas ofrecidos a la risa-relámpago, en Poesía y estilo de Pablo Neruda (cap. VII), pero ninguno como los de Francisco de Quevedo: “Con relámpagos te ríes de púrpura...”.
La ciencia es como una vecina que se asoma a todas las ventanas, y se pregunta también qué hay de cierto en aquello de que “la risa es propia del ser humano”: ¿es que no hay otros animales que rían?
Parece que los hay; al menos, así lo cree el biólogo estonio que nos responde al nombre (si podemos pronunciarlo) de Jaak Panksepp.
Él afirma que ha detectado risas en los juegos de los ratones de los laboratorios: risa leve, ultrasónica, sutil, asociada a movimientos y a cosquillas, no a “ideas”. A su vez, el primatólogo Frans de Waal relata escenas de bromas que se juegan chimpancés entre gritos de alegría ( La edad de la empatía , cap. III).
El humor verbal escapa a otros mamíferos, pero no los sentimientos de compañía que nos obsequia la risa. La risa no es tan propia del ser humano; compartirla con otras criaturas debería alegrarnos más.