Entre las rejas todo es diferente. El terremoto de 7,6 grados de ayer lo dejó claro para los reos y sus familias, que vieron con impotencia, unos desde afuera y otros desde adentro, cómo el encierro los llenaba de temor y zozobra.
A las 8:42 a. m. Xinia Salazar movía el arroz que preparaba en su casa, en un barrio capitalino de La Uruca. En el fuego estaban los frijoles con pezuña que le había pedido su hijo, encerrado en la prisión de San Sebastián, al sur de San José.
No sospechaba que a la próxima vuelta del arroz, la tierra se iba a empezar a mover. “Lo primero en lo que piensa uno es en ellos”, dijo en referencia a su hijo. “Ahí, no les van a abrir las celdas y uno llama y solo da ocupado”, se queja.
Los protocolos de la Dirección de Adaptación Social (que maneja las cárceles del país) no tienen prevista la evacuación de reos.
Afuera del penal de San Sebastián, Salazar sostenía una bolsa en las manos. Era sospechosa de llevar allí el arroz blanco y los frijoles con pezuña que le pidió su hijo.
En el Ministerio de Justicia, el ministro Fernando Ferraro, atendía el teléfono ante la ausencia del director de Adaptación, y señalaba una revisión en los protocolos.
Ferraro informaba de que no era posible permitir el ingreso de reporteros de este diario a ningún centro penal, aunque aclaraba que en las cárceles solo hubo un susto.
Advirtió de que tras el terremoto, un número indeterminado de policías penitenciarios pidió permiso para irse a sus casas, y admitió que las fuerzas del orden estaban disminuidas, por lo que “no hay personal para guiar” a la prensa.
Pero en las afueras de la cárcel de San Sebastián, las quejas se recogían en la acera. Xinia Salazar no estaba sola con su zozobra.
Ayer fue miércoles de almuerzo especial para los reos. Los familiares tienen ese día la oportunidad de entregarle al oficial del portón un presente para el reo; sin embargo, ayer las caras eran de molestia.
“Luego del terremoto yo pensaba en ellos encerrados. ¿Cómo van a hacer? ¿Quién los va a sacar? Como al mediodía me comuniqué con mi esposo y me dijo que adentro estaban todos muy nerviosos”, recordó Idania Leyva, que sostenía un recipiente de arroz cantonés.