Esta obra se titula De regreso al Pacuare y es un acrílico sobre lienzo de 1,05 x 0,82 m. La pinté en agosto y setiembre de este año. He trabajado durante 25 años en la técnica del acrílico, y la mayoría de mi producción presenta paisajes. El título se vincula con el hecho de que en el 2010 pinté otra obra, titulada Río Pacuare , que ha sido llamado “el río mas lindo del mundo”. Técnicamente, la fortaleza de mi obra se basa en el detalle minucioso y en la limpieza del color. Los cielos de verano y la lejanía se logran mediante veladuras pues, por su secado rápido, el acrílico presenta cierta dificultad para el difuminado y la suavidad que deben lograrse, especialmente en las nubes.
Utilizo una paleta en la que los colores son “familia”. Uso un color plano de base y le aplico gradualmente tonos mas claros. Se consiguen así colores muy limpios y en armonía. El paisaje que intento plasmar es el de mi tierra, Costa Rica.
Desde joven me interesó el paisaje; es algo instintivo y natural. No tuve conflicto alguno para decidir qué pintar. Mi trabajo me ha llevado a una búsqueda constante de mejorar técnicamente en la interpretación de la realidad, que internamente me consume y me obliga a expresar esa añoranza que invadió mi memoria visual desde muy niño.
Un cúmulo de imágenes aún se guardan en mi memoria; se formaron por haber nacido en un pueblo, como Paraíso de Cartago, y gracias a mis cortos viajes mañaneros con rumbo a mi escuela, atravesando Paraíso de norte a sur. Todo lo debo a mi contemplación temprana de las azules y selváticas montañas de Orosi y Cachí; a las visitas a estos valles; a las travesías hacia Turrialba y Limón en el extinto ferrocarril al Atlántico' Recuerdo la felicidad de aquel niño que, acompañando a su abuelito, disfrutó de un paisaje pleno de junglas exuberantes; del caudaloso río Reventazón, sus recodos y su cauce rodeado de montaña, de vegetación, lianas, hojas.
Todo ese espectacular mundo de verdes tonalidades que, afectadas por la luz, se clavaron en mi alma, definió mi tema como artista. Mi paisaje me retrata como aquel niño feliz que tuvo la gran dicha de nacer en este país y que se impregnó de verde, bosque y neblinas atrapadas entre copas de árboles, y del susurro de la selva, de sus ruidos tediosos de chicharras, y de un río que fluye entre piedras cantando alegre en su ruta hacia el mar. Los colores de mis paisajes son los de la esperanza de libertad y paz que nos define como habitantes de un hermoso país: la tierra de los ticos, una de las razas más felices de la Tierra.