Parece sencillo, pero este ejercicio verdaderamente requiere esfuerzo, concentración y dedicación de la familia. Una vez que se adquiere práctica, es muy posible que la rutina de acomodar bien su refrigerador se convierta en un hábito que evitará la contaminación de sus alimentos, la pérdida de su calidad nutritiva y, en consecuencia, traerá beneficios para su salud y su bolsillo.
Dos especialistas en manipulación de alimentos brindan los principales consejos. Se trata de la nutricionista Alejandra Chaverri y de la tecnóloga en alimentos María Elena Aguilar. Ambas trabajan para la Dirección de Regulación de la Salud, en el Ministerio de Salud.
Una tarde de estas, Alejandra y María Elena visitaron, junto a personal de la Revista Dominical, la casa de una familia de cuatro miembros: papá, mamá y dos jóvenes adolescentes, de 14 y 17 años. ¡Ya se podrán imaginar el refrigerador! Con dos muchachas en crecimiento, tenía todo dispuesto para saciar el apetito de las muchachas y de los compañeros de colegio que a menudo llegan a su casa.
A partir de esta visita, ¿qué le aconsejan Alejandra y María Elena a otras familias? Veamos.
Las prioridades
El primer objetivo que debería regir el uso de toda refrigeradora es conservar la limpieza y el orden. Si bien es cierto, muchos hogares programan una limpieza periódica, lo cierto es que la refri debería estar limpia siempre. “Ante cualquier reguero, de cualquier tipo, hay que limpiar. No se puede permitir que el charco quede ahí porque surgen los malos olores y la contaminación”, advierte Alejandra Chaverri.
El ritual básico de limpieza descarta el uso de cloro, pero sí admite una esponja con jabón suave o un pañito con alcohol.
Inherente a la limpieza viene el orden. “No se trata de tenerlo todo pegado, como en las góndolas del supermercado. El principio básico es dejar suficiente espacio entre los alimentos para que el aire frío circule”, agrega María Elena Aguilar. Lo anterior permitirá dos cosas: una, mantener correctamente preservada la comida que necesita del frío para su conservación; y dos, regular el consumo de electricidad de su casa.
Una nevera ordenada también implica, necesariamente, incorporar a la rutina de compra de alimentos la tarea de acomodarlos con cuidado y cierta “ciencia”.
Por eso, si tiene la costumbre de “zambullir” los productos tal y como estos llegan de la feria, el mercado o el súper , tal vez es hora de que deje atrás ese hábito.
Por ejemplo, no se recomienda meter las lechugas en la misma bolsa que traen de la feria; ni dejar el culantro con toda la tierra con que se lo envolvieron en una hoja de papel periódico. ¡Error! Usted no tiene idea de la manipulación que tuvieron bolsas y papel antes de tapar el culantro que se comerá en una ensalada.
Carnes, verduras, quesos, frutas y otros alimentos, deben ser cuidadosamente colocados en los distintos espacios de la refrigeradora tras ser lavados, cortados (la carne y algunas frutas, por ejemplo) y tapados.
Lavar, cortar, tapar
La tarea de lavar, cortar, secar y guardar en un recipiente cerrado es primordial. ¿Que de dónde sacará el tiempo si eso es justamente lo que más le falta? No se desespere. En el fondo, se trata de aprender a administrar el espacio de la refri y su tiempo para tener el mayor beneficio posible: la protección de su salud y la de su familia.
Además, cuando empiece a encontrar todo al instante sentirá que ha valido la pena. Es cierto que debe hacer alguna inversión inicial, pues esto implica tener envases de plástico con tapa o bolsas con cierre hermético para guardar alimentos.
En esto del orden, usted y su familia deben manejar un principio de administración de la economía hogareña: compre solo lo que necesita según un plan, basándose también en la capacidad para almacenar alimentos que se posea.
Igualmente, recuerde: solo se debe refrigerar lo necesario. “Si se compra algún alimento a temperatura ambiente, es recomendable mantenerlo así”, sostiene María Elena Aguilar, y pone como ejemplo el caso de los huevos y de ciertas frutas, a la vez que aconseja estar siempre pendientes de la fecha de expiración de cada producto.
Otro principio básico: primero en llegar, primero en salir. Producto que se empieza a usar, ¡termínelo! Evite dejarlo en el fondo de la refrigeradora solo porque arribó otro más fresco.
“De lo que se trata es de convertir a la familia en administradora; en este caso, del espacio”, agrega Alejandra Chaverri para quien, además, es básico aprender a planificar las compras no solo de acuerdo con la capacidad presupuestaria, sino según un plan que prevenga que los alimentos –y la inversión– se echen a perder.