Una tormenta de ideas ilumina la cabeza de César Santos cuando se para frente a un lienzo en blanco y pinta. Los productos sorprendentes de esos trances multiculturales nos esperan hoy en las paredes de la Galería Nacional: catorce óleos que lucen paisajes y retratos imaginarios.
César Santos encontró en la pintura su refugio desde que era un niño. En Cuba, donde vivió sus primeros doce años, cuando caía la noche, buscaba abrigarse en dibujos a lápiz y pincel.
La muestra Paisajes y retratos es la primera exhibición de paisajes que él realiza: “Yo no soy un paisajista, pero hay que probarlo todo en la vida”, afirma alegremente. La exhibición incluye siete paisajes y siete retratos.
“Yo me crié con arroz y frijoles; soy un pedacito cubano, un poco norteamericano y me casé con una italiana. Esa mezcla es la que reflejo en mi arte. Soy un poco de humor, un poco clásico, un poco técnico...”, revela el artista, de 29 años y residente en Nueva York.
Su trayectoria impresiona. Estudió bellas artes durante ocho años en Miami (Estados Unidos), y emigró a Florencia (Italia) para formarse en pintura con Michael John Angel, alumno de Pietro Annigoni (1910-1988), uno de los grandes maestros de la pintura realista italiana del siglo XX.
“Yo había estudiado durante años y me di cuenta de que realmente no sabía pintar. Italia fue como empezar de nuevo para mí. Yo quería que la pintura dependiera de mí; entonces me fui a estudiar con el mejor maestro de la técnica”, rememora el artista.
Mezcla de composiciones. César Santos encontró, en el paisaje, la atmósfera de las emociones. Comprendió que podía expresar los sentimientos de sus personajes gracias al ambiente que los rodearía. Por ejemplo, En un sueño retrata a su esposa, Valentina, con los ojos cerrados, y aprovecha la atmósfera otoñal del campo para enriquecer las sensibilidades que ella evoca.
Para Santos, el color no es tan importante como los claroscuros, y esto es notable en sus creaciones. La paleta de colores que utiliza en Paisajes y retratos se mantiene en los tonos tierra. Esto se da por influencias europeas, en las que los tonos ocre predominan.
El artista cuenta que desarrolló una enorme curiosidad por el paisaje cuando se involucró con un grupo neoyorquino de pintores realistas llamado Hudson River Fellowship. Ellos se reúnen cerca del río Hudson durante un mes y pintan, del natural, elementos y paisajes con el propósito de llevarlos al estudio y hacer una composición a su gusto.
“Esta técnica es todo lo contrario al impresionismo, que revela cómo la luz reacciona sobre los elementos y el modo en que los cambia. Lo que yo hago es premeditado; es conceptual pues esos paisajes nunca existieron: los inventé en mi estudio con los pequeños elementos que capté de paisajes reales”, aclara el pintor. Algunos lo califican de hiperrealista, pero lo que César Santos hace con sus lienzos no se basa en fotografías: el propósito es que parezcan pinturas antiguas y que él ilumine los elementos del modo que desee.
Influjo de los grandes. Entre delgadas capas de pintura, los brochazos de Santos esconden algo de William Bouguereau –pintor francés del sigo XIX–, a quien el artista admira mucho por su técnica y su capacidad de plasmar sentimientos con fineza de detalles.
“El modernismo se burló de su técnica, pero, como mortal, al pararme frente a un cuadro suyo, pienso: ‘No puede ser un humano el que pintó eso’. Esa es la sensación que yo quiero brindarles a quienes ven mis cuadros”, afirma César.
El refrescante dramatismo que Santos denota en sus pinturas se origina en su preferencia por la etapa de la “pintura negra” de Francisco de Goya, artista español de los siglos XVIII y XIX. César afirma que la ironía de Goya lo atrapa, pero aún no se cree lo suficientemente experimentado para capturar toda esa “esencia oscura”.
“Quiero considerarme de la vanguardia, no quiero ser como esos pintores tradicionales que fueron a Italia a aprender de los maestros, porque soy de ahora y esto es de ahora. Todos los grandes maestros, como Van Gogh y Picasso, se salían del esquema, y eso trato de hacer yo. Quiero ser diferente, pero de una manera sincera”, reflexiona Santos.
En la “capital de los paisajes”. La pincelada de este joven parece más madura de lo que se pensaría que los artistas logran a su edad. Sus trazos, purificados, pueden apreciarse gracias al tiempo que ha dedicado al arte. Santos confiesa que no tiene televisión ni radio y que se pasa al menos ocho horas al día en su estudio, trabajando en tres pinturas a la vez.
“En el estudio él es muy concentrado y no se da cuenta de que pasa el tiempo”, cuenta su esposa, Valentina Santos , quien es modelo de muchos de sus cuadros.
La silueta femenina es el objeto de representación favorito de César Santos. Se confiesa testarudo y revela que, al saber que pintar los tonos de piel es lo más difícil, se empeñó en dominar esta fase del retrato. “Me encantan los retos”, afirma César sonriendo.
“Hacer una exhibición de paisajes inventados por mí, en Costa Rica, la capital de los paisajes, me parece una idea muy exótica. Viviendo aquí uno de los mejores paisa-jistas de Cuba, Tomás Sánchez, me parece atrevido y retador traer esta exposición”, precisa mientras en sus ojos destella el buen humor.
Horizontes y rostros. Santos tomó unas fotografías casuales en una cafetería de Nueva York durante su encuentro con el pintor cubano Tomás Sánchez, y decidió pintarlo. Este retrato es uno de los siete que se ven en la muestra.
César Santos rezuma ironía: esto se ve incluso en sus paisajes. A cochingo es un panorama en cuyo verdor se distingue una simetría de rayos de luz, y puede observarse también, diminuta, una pareja “a cochingo” (cubanismo por “cargar sobre la espalda a otra persona”). La pareja que aparece la forman César Santos y su esposa.
Última luz es un paisaje que Santos caracteriza como el menos natural. Visualmente presenta una composición tan comprimida que nadie puede entrar en ella. El artista centró la intensidad del paisaje en el juego de la luz.
La muestra ofrece dos retratos que plasman el movimiento artístico que más caracteriza a Santos: él lo denomina ‘sincretismo’ pues es un intento de conciliar distintos periodos del arte.
El cuadro Amor prohibido muestra a una joven con aspecto neoclásico, que es seducida por una figura cubista. César Santos explica que estas contraposiciones son lo que más lo divierte.
Este año, César Santos ha brindado tres exhibiciones individuales sin repetir ni un solo cuadro. En abril expuso Beyond Realism en Miami, y en octubre presentó Syncretism en Nueva York. La exposición Paisajes y retratos fue concebida exclusivamente para Costa Rica y estará abierta hasta el 20 de diciembre en la sala IX de la Galería Nacional (localizada dentro del Museo de los Niños).