En el marco de las celebraciones mundiales por el sesquicentenario de Rabindranath Tagore (1861-1941), la misión diplomática costarricense en India y la Universidad de Costa Rica organizaron la visita de los profesores Indranil Chakravarty y Prasad Ganguly, de la Universidad Jawaharlal Nehru, en Nueva Delhi.
Las conferencias
En esta última conferencia, la tesis del doctor Prasad Changuly llamó la atención: “Hubo una robusta influencia tagoriana en España y Latinoamérica, desde el filósofo Ortega y Gasset hasta Juan Ramón Jiménez [premio Nobel de Literatura de 1956]. Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Gabriel García Márquez admiraron su trabajo”.
Asimismo, el profesor Changuly subrayó que la influencia fue recíproca: “Tagore agradó a narradores como Gabriel García Márquez; a su vez, el realismo mágico de este gustó a famosos poetas bengalíes modernos, como Upamanyu Chatterjee y Anita Desai”.
“Luego de la poesía reseca del modernismo, nace una poesía desnuda, al sol abierto, que desarrolla Rabindranath. Son poemas sin adornos, donde se deja fluir la expresión espontánea”, explica Ganguly.
El mundo de Tagore es fantástico; habitado a veces por hadas y por pájaros que hablan. En
Algunos de sus poemas son meramente líricos y casi sin contenido, como él mismo lo reconoce: “Mi gozo es la creación de las formas' Nada de pensamiento, de doctrina: gozaba mi libertad” (Prólogo de
Por el contrario, otros poemas se basan en el reposado pensamiento de la tradición védica, la sabiduría de los
Gabriela Mistral (premio Nobel de Literatura en 1945) opinó: “Tagore tenía la capacidad de transformar con elegancia cualquier cotidianeidad en algo espiritual”.
“Tagore no necesita nada peculiar de un tiempo y de un pueblo. Con amoroso incendio y fiebre hacia Dios, elabora sus canciones. Como el buda, ha sido sucesivamente todas las cosas: liebre y lobo, muchacha y guerrero, sacerdote y juglar”, escribió en 1918 Ortega sobre las recientes traducciones de las obras de Tagore al castellano hechas por Zenobia Camprubí.
Esas poesías claras, ajenas a todo rebuscamiento, hallaron eco en varios espíritus líricos españoles. Lo apreciaron poetas de la Generación del 27, como Federico García Lorca (1898-1936), uno de sus grandes admiradores. Lo leyeron también Rafael Alberti (“poeta del mar”) y Vicente Aleixandre (Nobel de Literatura en 1977).
No obstante, la obra tagoriana hubiese permanecido casi inadvertida para el mundo de habla hispana de no ser por las traducciones del matrimonio Zenobia Camprubí-Juan Ramón Jiménez, poeta español galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1956.
Camprubí y Jiménez tradujeron poesía, teatro, novela, cuentos y aforismos del inglés, y los acompañaron con poemas escritos por Juan Ramón, dedicados a Tagore.
“
De acuerdo con el profesor Ganguly, el célebre libro
Por otro lado, Gabriela Mistral admiró la capacidad de Tagore de expresar “reflexiones filosóficas” en un lenguaje llano.
“La poesía posrubeniana [posterior a Rubén Darío] trata de ‘torcerle el cuello al cisne’ modernista”, explica Ganguly. Sin embargo, sería más al sur, en el hemisferio austral, donde Tagore halló algo más que seguidores distinguidos. La escritora argentina Victoria Ocampo (1890- 1979) fue “su mejor amiga en el mundo latino”.
Ocampo publicó
‘Vijaya’ (en bengalí: victoria), como la llamaría Rabindranath, hospedó al poeta en sus casas de Buenos Aires y Mar del Plata en 1924. Tagore le dedicó su libro de poemas
Fuera de Chile y la Argentina, México fue el siguiente país latinoamericano que pudo dar acogida intelectual a Tagore, pero el poeta abandonó América con rumbo a Europa.
Los mexicanos José Vasconcelos y Octavio Paz escribieron sobre él, y Paz lo llamó “un puente entre la India y el mundo” en su libro
“La literatura de Tagore, como un proyecto integrador de conciencias, también impactó a Borges, Carpentier, Gabriel García Márquez' Era una apelación al universalismo, un ‘ salir de Macondo’”, agregó Ganguly.
La fama de esos personajes –en especial la de Carpentier y García Márquez– logró que el realismo mágico fuese redescubierto en la India: hubo entonces una “vuelta de hoja”...
¿Y Costa Rica? ¿Hubo alguna influencia del pensamiento de Rabindranath en nuestra literatura? Tal respuesta merecería una investigación y otro artículo.
No obstante, recordemos que la fachada del Instituto Nacional de Seguros reza: “De veras, hijo ya todas las estrellas han partido, pero nunca se pone más oscuro que cuando va a amanecer”, sentencia firmada por Isaac Felipe Azofeifa.
Es probable que Azofeifa leyese a Tagore, y no es aventurado encontrar una similitud de idea con una frase del poeta indio que ya ha pasado a la posteridad: “Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”.