Usted piensa que el país está mal y quiere hacer algo para arreglarlo. No solo quejarse o dar su opinión, sino, de hecho, cambiar las cosas. Y me refiero a la cosa pública, porque lo de tratar bien al prójimo, poner el granito de arena o ser cortés al volante (aunque sean acciones muy valiosas), seguramente no modificarán lo que está mal y que usted quiere poner en orden. Bien, pues si eso es lo que quiere, si para lo que quiere hacer necesita, además de ser usted una mejor persona, “poner en cintura” a otros, tiene dos formas de hacerlo: respetando a los demás o pasándoles por encima.
1) La forma respetuosa: busco a otros que piensen como yo, nos organizamos (en un partido político), formulamos propuestas, intentamos convencer a los demás y les pedimos su confianza, su respaldo, a través del voto (esto es, su anuencia más sincera y libre, en una urna secreta, para que nos autoricen llevar adelante nuestras ideas).
2) La forma irrespetuosa: busco a otros que piensen como yo, nos juntamos (coordinación no institucionalizada), creamos eslóganes y panfletos (si somos más serios, formulamos propuestas), difundimos nuestras ideas y exigimos su aplicación con violencia revolucionaria o con medidas de presión “pacíficas” (bloqueos, tomas de lugares públicos, huelgas de hambre).
Usted me dirá que las últimas acciones no son irrespetuosas de los demás: por ejemplo, ¿qué más pacífico que negarse uno mismo a comer? Bueno, si usted es Gandhi y el Imperio británico le niega sus más elementales derechos, aplaudo y admiro su acción valerosa. Pero en Costa Rica, hacer eso, es decirle a los demás: miren señores, a mí las leyes y procedimientos de toma de decisiones que nos hallamos dado como sociedad me tienen sin cuidado y los representantes que la mayoría escogió para adoptar esas decisiones, a mí no me representan (porque no son los que yo quería), de modo que, o hacen lo que yo les digo, o aquí me muero de hambre y ustedes se comen la bronca.
Cierto, además de esas dos alternativas, también podría participar en otro tipo de espacios no partidarios (sindicato, cámara empresarial, blog, Iglesia, ONG, medio de comunicación) y desde estos intervenir en el debate público e incidir en la opinión pública. Magnífico. Un sistema político necesita de ese tejido social. Pero tenga en cuenta que, desde allí, no podrá tomar las decisiones. No puede esperar tener el poder para tomarlas, ni debe exigirle a los órganos políticos del Estado que sigan sus ideas, por más justas o geniales que sean. ¿Por qué? Porque adoptar esas decisiones es potestad, exclusiva, excluyente e indelegable, de esos órganos. ¿Por qué? Porque la soberanía reside en el pueblo y esos son los únicos órganos que se integran mediante sufragio universal y, por ende, los únicos que ostentan la legítima representación del pueblo. No puede usted pretender ejercer un poder para cuyo ejercicio no le pidió autorización al dueño de ese poder, que es el pueblo.
Acción política. Ya sé, lo de los partidos no le suena. Me dirá que son estructuras desfasadas y que están desacreditados. Es cierto, pero todo el mundo democrático está a la espera del genio que invente un sustituto viable de los partidos para darle el premio Nobel de Ciencia Política (se crearía para la ocasión). Me explico: como no se puede que cada quien se postule a sí mismo por considerarse el más guapo, necesitamos que esas postulaciones las hagan colectivos de ciudadanos. Como su único fin no puede ser ganar, sino gobernar o hacer oposición y eso va más allá de una campaña, necesitamos que el colectivo sea permanente. Como queremos evitar (¡o al menos dificultar!) que en su seno se violen los derechos de sus militantes, necesitamos que sea democrático en la toma de sus decisiones (eso requiere estatutos y órganos internos). Y como queremos impedir (¡o al menos dificultar!) que organizaciones mafiosas los financien, necesitamos fiscalizar sus recursos. A un grupo con las características enlistadas, puede llamarlo como quiera' al fin y al cabo, es un partido político. Así que no hay de otra: si quiere agarrar el toro por los cuernos (y no le teme a las corneadas), deberá involucrarse en un partido. Hay para todos los gustos: de izquierdas, de derechas, ecologistas, regionales, sectoriales y hasta confesionales. No crea que sus miembros son tan distintosde sus familiares, amigos o vecinos. Después de todo, los llamados “políticos” no son marcianos, son ticos (investigaciones recientes sugieren que, por eso, en sus virtudes y defectos, se nos parecen tanto).
Pero si ninguna de las opciones partidarias le satisface, desconozco otro país en que existan menos trabas para crear una nueva. Si sus ideas son tan buenas y usted es tan capaz, seguro que podrá hacer que otras personas (además de su familia) lo respalden. Claro que tampoco será fácil. Se requiere mucho esfuerzo y persistencia. Quizá sea esa la razón por la que la mayoría de las veces, aunque nos mostremos airados por la situación del país, no damos el paso al frente: se necesita más que una indignada calentura momentánea para hacerlo.