El año pasado escribí para estas páginas un artículo ( “Cuarenta años de inflación” , 29/09/10) en que intenté resumir la evidencia de que, desde la década de 1970, el Banco Central de Costa Rica (BCCR) no ha hecho un manejo técnico de la política monetaria, sino que ha permitido que graves desórdenes en el gasto público vayan a parar a los libros contables del BCCR, donde se les financia con la emisión de colones.
Esto equivale a costear esos desórdenes con un impuesto inflacionario, que el BCCR cobra sin autorización legislativa y que pagan (con la pérdida en su poder adquisitivo) las personas que tienen reservas o ingresos denominados en colones, o sea, las personas más pobres y políticamente menos influyentes.
La inflación alta conlleva además ineficiencias que indudablemente le han costado muchísimo al país por la consecuente pérdida de crecimiento, asunto que por falta de espacio apenas puedo mencionar acá. Aun cuando la inflación de los últimos años es sustancialmente menor de lo que fue en las décadas de 1980 y 1990 y a comienzos de la década del 2000, y si bien el BCCR ha ido superando el enorme bache de las deudas que heredó de las administraciones Figueres Ferrer, Oduber y Carazo, todo parece indicar que la inflación aún no está controlada y que bien podría aumentar. La razón inmediata radica en cómo el BCCR maneja el tipo de cambio entre el colón y el dólar.
Hemos visto cómo, a partir más o menos de octubre del 2009, el tipo de cambio del dólar experimentó una fuerte caída, lo cual tuvo el efecto, en el corto plazo, de encarecer las exportaciones ticas, reducir los ingresos de las empresas turísticas y perjudicar los rendimientos de los bancos (principalmente privados) con activos netos en dólares. Este no es un fenómeno exclusivo de Costa Rica: en muchos países las monedas locales se han revalorado frente al dólar, principalmente porque se ha acelerado la entrada de dólares como resultado de la enorme inyección de liquidez y de las tasas de interés bajísimas con que el banco central estadounidense (la Reserva Federal) ha respondido a la crisis financiera del 2007.
Sistema particular. Pero en Costa Rica el problema del tipo de cambio tiene un trasfondo particular, que pocas personas comprenden o están dispuestas a discutir públicamente. Hasta setiembre del 2006, el BCCR devaluaba el colón frente al dólar a un ritmo fijo (las “minidevaluaciones”). Este sistema beneficiaba a los sectores financiero, exportador y turístico, obligando al BCCR a asumir todo el riesgo cambiario, que pagaba con su principal fuente de ingreso: la emisión de colones. De esta manera, los más pobres subsidiaban (con inflación) a los más ricos.
Una circunstancia aún más cuestionable, de la que casi ningún economista costarricense habla abiertamente, es que a partir de 1998, con la última presidencia ejecutiva de don Eduardo Lizano, las reservas de dólares del BCCR comenzaron a crecer exponencialmente. Cuando inició el sistema de bandas, en la presidencia ejecutiva de don Francisco de Paula Gutiérrez, las reservas de dólares habían pasado de US$1.000 millones a US$ 3.500 millones.
Este enorme aumento en la reservas no respondía a ninguna justificación técnica. La única explicación posible es que el BCCR, deliberadamente o por error, estaba devaluando el colón más rápido de lo que el mercado requería. O sea, estaba empujando la demanda de dólares para encarecerlos artificialmente, lo cual lo dejó con un enorme volumen de divisas que no necesita. Esto representó un subsidio encubierto a quienes tienen ingresos , ahorros, o inversiones en dólares (o sea, a los ricos) pagado con la inflación del colón (o sea, principalmente por los pobres).
Cuando se introdujo el sistema de bandas, el colón estaba tan artificialmente subvaluado respecto al dólar que el tipo de cambio inmediatamente se pegó al piso que el BCCR había anunciado y, para mantener la cotización en ese piso, el BCCR tuvo que seguir comprando dólares a manos llenas, hasta que en abril del 2008 sus reservas llegaron casi a US$5.000 millones. Lo único que despegó al tipo de cambio del piso de la banda fue el impacto de la crisis internacional, que en su primera etapa contrajo la entrada de capital financiero. Esta situación duró hasta finales del 2009, cuando el tipo de cambio volvió a caer al enfriarse la demanda de importaciones y restablecerse la entrada normal de capital financiero al país (aunado a la inyección de liquidez por parte de la Reserva Federal).
Estamos otra vez en la situación de finales del 2006, con el BCCR defendiendo el piso de la banda y acumulando dólares que no necesita y que compra con emisión de colones, empujando la inflación. Además de los dólares de las reservas del BCCR, también compra divisas como intermediario del “sector público no financiero”, con criterios poco transparentes.
Nueva intervención. Las autoridades del BCCR, presentes y pasadas, hablan mucho de la necesidad de intervenir para proteger al empleo y al sector productivo nacional. Don Eduardo Lizano (bajo cuya tutela se plantaron las semillas de la actual crisis cambiaria) ha salido a defender en esos términos que el BCCR “flexibilice” sus ya de por sí bastante tímidas metas inflacionarias.
Tal recomendación contradice la opinión actual de la mayoría de los expertos académicos de que la única función de un banco central debe ser estabilizar el valor de la moneda nacional, no estimular la economía o el empleo (algo que la política monetaria no puede hacer en el largo plazo y que en el corto plazo conlleva peligrosas distorsiones).
Pero, en cualquier caso, la realidad es que, en toda su historia reciente, las intervenciones del BCCR no han respondido a criterios técnicos de ninguna índole: el argumento actual de estimular el empleo simplemente cobija al mismo régimen de siempre, en que los pobres pagan con la inflación y el país paga con pérdida de crecimiento por desórdenes, subsidios y privilegios de los que se benefician los sectores más ricos y políticamente influyentes.