Miguel Ángel Rodríguez
Expresidente de la República
Uno no es el mismo todos los días. ¿Cuál es el cambio más profundo que Miguel Ángel Rodríguez ha vivido en este proceso?
Yo no dudo en mi respuesta. El cambio más profundo es que hoy tengo una estima, una valoración, un aprecio por el amor, como no lo tenía antes. Yo me formé como economista, como abogado, entre recursos materiales, tecnológicos, conocimientos, reglas, instituciones y, con eso, veía mucho el mundo, formado con una fe religiosa de mis padres, pero nunca había pegado las dos cosas. Y no es sino ahora, en estos ocho años, que me he dado cuenta de que todo ese conocimiento de lo económico, de lo jurídico, de las instituciones, de la historia, no vale si no tomamos en cuenta el amor. El amor que nace del corazón del ser humano, por los otros seres humanos, por Dios, por su familia, el amor que recibe cada ser humano, es una fuerza poderosísima capaz de vencer cualquier dificultad.
¿Lo hizo crecer el proceso?
Sin duda. En eso tengo que darle gracias a Dios.
¿Qué piensa de la corrupción y de los casos actuales?
En primer lugar, si algo he aprendido también en este proceso es que uno no puede meterse a juzgar si no es juez y no tiene todas las pruebas y no conoce todas las cosas. Estamos acostumbrados desdichadamente a condenar con muy poca información y sin oír a las personas que condenamos. Eso va contra todos los principios del cristianismo y contra todos los principios de la justicia. En segundo lugar, creo que es un grave error creer que la política se puede convertir en simplemente una judicialización de un proceso. La política es tomar decisiones discrecionales con acuerdos y con discusión inteligente para llegar a buenos rumbos.