Doña Laura. Quizá desde una privilegiada gradería nos tocó ser testigos de los cuatro años de gobierno que mañana terminan al mediodía.
Usted, desde dentro, fue testigo protagonista por tres años en lo que la dejaron serlo. Yo, desde esta trinchera de tinta, papel y verbo, intenté ser testigo observador y sutil crítico.
Por eso, hoy me atrevo a sugerirle, con todo respeto, no lo que debe de hacer, pues tengo la esperanza de que usted lo tenga muy claro, sino todo lo contrario: lo que no debiera de hacer.
Para iniciar, le recomiendo seguir siendo usted misma, la Laura Chinchilla que el país conoció públicamente en los noventas como viceministra de Seguridad. Que la Presidenta siga siendo la hija de doña Emilce y don Rafael Ángel.
Ni se le ocurra, dentro de sus primeras decisiones, formar un dizque comité de ética que garantice la pulcritud de los funcionarios que usted está designando. ¿Para qué? si a otros no les sirvió de nada y solo les funcionó para disimular los “errores”. Mejor sea clara y, de frente al pueblo, aplique sus principios y valores cuando sus colaboradores le fallen.
Si le ofrecen una donación secreta para que le pague a sus amigos “de a callado” con “fondos privados” desde la función pública, no la acepte. O la rechaza o sea transparente. Diga públicamente de dónde viene la plata, cuánta es y en qué la va a usar. Así, con las cuentas claras, nadie le va a reclamar secretismos.
Y ahora que hablamos de secretos... Procure por todos los medios que nadie, ni un adversario ni un amigo, ni un país pequeño, ni uno poderoso, le condicionen ayuda a mantener los “detalles” bajo el velo de la sombra. El pueblo la juzgará y posiblemente la Sala Constitucional la obligará a ser transparente y su gobierno se teñiría de dudas.
Presidenta, no crea que usted todo lo sabe y que todos los demás están por debajo de sus hombros. Aunque a partir de mañana usted será la ciudadana más importante del país, y muchos la adularán, no se lo crea. La humildad siempre será su mejor consejera.
Ah, doña Laura, se me olvidaba, dentro de cuatro años mejor guarde las tijeras, los mazos y las “primeras piedras” para que no caiga en tentaciones ególatras de dejar su nombre pintado por todo lado, en obras que quizá solo se harán realidad en su imaginación. ¡Bienvenida!