Durante el tiempo que jugó football en la Universidad de Florida, en la pasta negra que se ponen los jugadores debajo de los ojos para protegerse del reflejo de las luces o del sol, Tim Tebow acostumbraba escribir con letras pequeñas algún versículo de la Biblia. Además, al anotar un touchdown, se hincaba y bajaba la cabeza por pocos segundos.
Mientras jugaba con la Universidad de Florida esta práctica no era objeto de críticas. Pero este año, su primer año como profesional con los Denver Broncos, Tebow fue objeto de crecientes reproches y aún burlas. La prensa citaba las opiniones de algunos fanáticos que objetaban la práctica diciendo cosas tales como: “¿Por qué aplauden a ese fanático religioso?”, mientras otros sostenían que no era decoroso hacer demostraciones religiosas en un campo de juego.
Por ejemplo, Lesley Northup, profesora asociada de Religión y Cultura en la Florida International University, declaró: “A mí no me gusta esa demostración de religiosidad. Es fastidioso e irritante”. Las críticas arreciaron y llegaron a convertirse en un tema de interés nacional.
El reproche alcanzó un punto culminante antes del juego más importante de la temporada para el equipo de Tebow que jugaba un partido eliminatorio contra los Pittsburg Steelers. El que perdía se iba para la casa y el que ganaba seguía adelante en los play-offs. Los Steelers eran, por mucho, los favoritos. Sin embargo, al terminar el tiempo regular estaban empatados. Se procedió, entonces, a un desempate jugando un tiempo extra. El primero en anotar ganaba y se acabó.
Le tocó a los Denver Broncos iniciar el tiempo extra. En la primera jugada, Tebow lanzó un largo pase y el receptor atrapó el balón. Corrió con la bola y anotó. Fin del juego. Tevow se hincó y bajó la cabeza por unos segundos antes de buscar a sus compañeros para celebrar con ellos.
Para ese partido, Tebow había escogido el versículo de la Biblia, Juan 3:16. Debajo del ojo derecho escribió “Juan” y debajo del izquierdo: “3:16”. Este versículo dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito para todo aquel que cree en Él no se pierda y tenga vida eterna”.
El prodigio es que lanzó el balón por un total de 316 yardas y la distancia con cada lanzamiento fue de 31.6 yardas. Además, las compañías que monitorizan audiencias, anunciaron que 31,6 millones de personas presenciaron el partido en televisión.
Algo especial se sintió en el estadio Mile High ese día. La gritería y los aplausos parecían interminables. No era para menos. Daba la sensación de que la gente sentía, sin conocer todavía esas cifras, que había presenciado un suceso extraño que excedía los límites regulares de la naturaleza.