“Lo recuerdo toda mi vida, yo tenía 10 años, vivía en La Pitahaya, San José. Nunca habíamos salido a un paseo de esta índole; lo más que conocía era Heredia. Mi mamá fue invitada por una señora a quien le cosía ropa. Llegamos a Puntarenas en tren. Yo sentía que el mar, tan inmenso, se nos venía encima, pero al ver a la gente que se divertía en la playa, yo también quería. Mi madre, más nerviosa, me puso un vestidito de domingo (no teníamos vestido de baño), con un lazo que le amarraban atrás; soltó las tiras del lazo y a lo que daba esa distancia me dejaba estar paradita en la playa, sosteniéndome ella por detrás y, por supuesto, ella no se mojaba los pies. O sea, se paraba adonde llegaba la ola y se regresaba. También recuerdo que esa época era 1950, había pasado la guerra del 48 y en la noche mi mamá no durmió pensando que el mar se venía contra las casas con el sonido de las olas. De pronto, sonó una balacera en la playa y mi madre me hizo jalada para dormir debajo de la cama por las balas. ¡Qué recuerdos!”.
“La primera vez que fuimos a la playa, lo hicimos a bordo del