El ex campeón mundial de ajedrez, Gary Kasparov, famoso por sus legendarias batallas en el tablero cuando destronó a Anatoly Karpov, y por sus duelos contra las computadoras fabricadas por IBM, está ahora librando una nueva contienda.
Su primer objetivo es lograr la elección de Karpov, su antiguo archirrival, en la presidencia de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE). Desde hace quince años, la FIDE está controlada por Kirsan Ilyumzhinov, una especie de peón del Kremlin en el juego global del ajedrez, quien a la postre es también presidente de la pequeña república de Kalmykia, adscrita a la Federación Rusa.
Para una mente brillante como la de Kasparov, entrenada rigurosamente para visualizar el golpe final, adelantándose a las movidas de su adversario, democratizar la FIDE es un paso clave para avanzar hacia un objetivo mayor: poner en jaque al hombre fuerte del Kremlin, Vladimir Putin, y lograr la democratización de Rusia.
En el 2005, Kasparov se retiró del ajedrez profesional para involucrarse en la lucha política en Rusia. Asegura que su propósito inmediato “no es ganar elecciones, sino tener elecciones”, en alusión a la falta de garantías democráticas prevalecientes en su país. Promotor de una variopinta coalición de partidos políticos y movimientos sociales, en el 2007 fue encarcelado por cinco días durante una protesta contra el régimen, y las maniobras políticas del Kremlin le impidieron inscribir su candidatura presidencial.
El fin de semana antepasado, Kasparov estuvo en Managua, cabildeando con la Federación Nicaragüense de Ajedrez y las demás federaciones de Centroamérica, con el fin de lograr su respaldo para la elección de Karpov en la presidencia de la FIDE.
“Nuestras tropas avanzan desde todos lados, desde Nueva Zelanda hasta Nicaragua”, dice con optimismo, “esta es una pelea global contra un producto corrupto de Rusia”.
–No, probablemente uno consigue algún talento único de sus padres, pero el resto está en uno. Hay que trabajar duro. Puedo asegurarle que no hay secretos. Si quiere ser el número uno en cualquier cosa, hay que añadir un montón de trabajo al talento. Y por supuesto, determinación. Hay que desear algo, mucho.
–No de varios días; en el Campeonato Mundial solíamos jugar por varias semanas. Siempre creí que la fortaleza física era un componente muy importante de una actuación exitosa.
–Es un juego diferente. Las reglas son las mismas, por supuesto, pero hay circunstancias muy inusuales alrededor del juego.
–Siempre dije que la falta de suerte es el peor error profesional. Uno puede tener suerte, pero creo que en el ajedrez, así como en todo lo demás, la suerte es resultado de la reunión de ciertas circunstancias. Y si uno está en la lucha, sus probabilidades de tener suerte son mucho más altas. Porque a veces la suerte significa que el oponente comete un error. Pero si él comete un error, quizás no es solo por suerte, sino porque uno jugó bien, le puso presión, lo resistió.
–Uno mira el tablero y ve ciertos movimientos que quiere hacer, y ciertas respuestas del oponente, pero los mejores jugadores no lo calculan todo. Instintivamente reconocen ‘esto es bueno’, ‘esto no es bueno’. En una operación normal de algoritmos, probablemente uno va cuatro ó cinco movimientos adelante, anticipando las respuestas y las posiciones relativas. La combinación más larga que he tenido, que incluía sacrificios, era de 15 movimientos. Pero no diría que vi todas las 15 movidas, sino que vi la posición final, como un trueno: ¡
–¡No, no imita al ajedrez! El libro es sobre mi experiencia tomando decisiones. Creo que el ajedrez puede ser muy útil para analizar el proceso de tomar decisiones. ¿Por qué la gente cree que muchas decisiones que se toman en la vida privada no pueden compararse a las que se toman en la guerra o la paz, las que toman primeros ministros o presidentes? Al contrario, yo creo que cada decisión contiene los mismos elementos. Utilizamos el mismo raciocinio para tomar decisiones, sean grandes o pequeñas. En mi libro analizo este proceso y propongo que el proceso de tomar una decisión es tan particular en cada individuo como su ADN o sus huellas digitales.
–Normalmente mis charlas son sobre estrategia, realizar el potencial personal, y tomar decisiones. Ahora estamos en un mundo que cambia rápido, y la gente tiene que ajustarse a todos estos cambios inmediatos. Creo que mi experiencia en el ajedrez, y mi habilidad para analizar las fórmulas en la toma de decisiones son muy útiles, tanto en las charlas como en los seminarios.
–No, pero le aseguro que puedo proveer consejos, porque es el mismo razonamiento detrás de cada decisión. Ya sea que tome una decisión política o militar, voy a atravesar por el mismo proceso mental.
–Creo que conseguí todo lo que podía lograr, o quizás más que eso, en el ajedrez. Estuve en la cima del ajedrez mundial por 20 años. Para mí, jugar ajedrez no era solo sobre ganar o perder. Era sobre hacer la diferencia. Creo que ahí hice toda la diferencia que podía hacer. También, ahora estoy ayudándole al ajedrez, no haciendo movidas en un tablero, sino promoviendo cambios en la estructura de la organización. Y en cuanto a Rusia, no es el mismo juego de ganar o perder. A como siempre se dice en Rusia, no estamos tratando de ganar elecciones; estamos tratando de tener elecciones. Estamos luchando para que el país vuelva a ser una democracia normal. Para mí, es un imperativo moral. A diferencia del ajedrez, no juzgo los resultados por hacer jugadas ganadoras, sino por mantenerme firme en mis principios.
–¡Es más seguro! Mucho más seguro. A veces tengo sueños que reviven mis viejos temores de que me hagan jaque mate en una combinación rápida de movidas, cuando hablamos de planes para montar protestas y conectarnos con la gente en Rusia para promover la democracia.
–Luchar contra un régimen no democrático no es tarea fácil, y lo entiendo. Disfruto de alguna protección gracias a mi fama y reconocimiento global, pero nadie está seguro. En Rusia siempre voy acompañado de guardaespaldas. No porque crea que pueden protegerme contra el Estado, pero como usted dice, gente ha sido asesinada. Y no quisiera ser víctima de un llamado ‘acto sin provocación’.
–¡Es posible! Muy difícil de creer, pero posible. Tendría que pasar ahí una semana y lo entendería. Hay una especie de miedo que se contagia. Y realmente no es infundado. En realidad, yo firmé un contrato con un salón. Dos días antes del evento renegaron, diciendo que tenían problemas técnicos. Lo irónico es que uno de los candidatos progobierno –un candidato falso, que ellos financiaron y no consiguió ningún voto– tuvo su reunión en el mismo salón. La gente aún no reconoce que Rusia, de acuerdo con los estándares actuales, no pertenece a la comunidad de estados democráticos.
–En cada país no democrático, en algún momento, el dictador tiene un poder tremendo. Pero todo termina. Así que la historia está de nuestro lado. Puede pasar más pronto que tarde, porque todos estos poderes están asentados sobre un hielo muy delgado. La economía rusa está en un estado terrible. Le puedo dar cifras oficiales: nuestra economía florecía hace diez años, cuando Putin tomó el poder. El petróleo estaba a $20 el barril. Hoy, a casi $80 el barril, la economía anda mal. La infraestructura, que data de la era soviética, se cae a pedazos. Otro resultado visible: Rusia es el segundo país del mundo en número de billonarios. Cuando Putin puso su pie en el Kremlin, no había ningún ruso en la lista de
–No, no soy optimista sobre el futuro, porque el colapso de un régimen puede significar el colapso del país, que de por si está sobre una base muy inestable. Tenemos grandes problemas en el lejano este, con China gradualmente arrastrándose dentro de Rusia. Tenemos grandes problemas en el sur, con radicalistas islámicos amenazando con establecerse en Rusia, y tenemos apatía social en el país. El fin de Putin debe ser el primer paso para reconstruir el país.
–Tengo que apartar mucho tiempo para apoyar a (Anatoly) Karpov, porque creo que es muy importante para el juego que tanto amo y en el que he invertido la mayor parte de mi vida. Pero también es una lucha contra el sistema, porque (Kirsam) Ilyumzhinov, el presidente de FIDE, no viene de otra galaxia. Es uno de los productos del estado corrupto de Rusia. Sacarlo de FIDE, y hacer de la FIDE una organización transparente gobernada por gente decente con orientación de negocios, indirectamente puede ayudar a la salud de Rusia.
–Sí, creo que es muy poco probable que cambie la tendencia.
–Pasó de todo. Nuestra rivalidad fue única, no solo para el ajedrez, sino para cualquier deporte. Hablando francamente, nunca pensé que apoyaría a Karpov en nada. Pero las cosas cambian, porque los dos nos retiramos del ajedrez profesional. Y como Boris Spassky solía decir, ‘pertenecemos a al sindicato más pequeño del mundo’. Y, por supuesto, sentíamos mucho respeto mutuo, profesionalmente.
Pero para mí, el punto de cambio fue el día en que, por algunas de mis actividades opositoras, fui apresado por cinco días en Rusia, y Karpov quiso visitarme. Fue un gran gesto, cuando mucha gente que consideraba mis amigos, me ignoró y Karpov mostró su solidaridad.
Después de eso construimos una relación que no la llamaría amistosa, pero sí cercana. El año pasado jugamos lo que llamamos una ‘partida de la nostalgia’, en Valencia, España.
–FIDE es una de las organizaciones deportivas más grandes del mundo. Tiene 168 federaciones. Un país, un voto. Entonces, cada voto cuenta. Pero lo más importante es que tradicionalmente el hemisferio occidental y Centroamérica apoyan a Kirsan Ilyumzhinov (presidente de Kalmykia), el hombre que Karpov quiere destronar. Por eso cada voto en esta región es absolutamente crucial.
–Creo que de por sí, ya es una buena noticia, porque se estarán concentrando en algo inteligente, lo que significa que tendrán menos tiempo para concentrarse en cosas menos inteligentes. Nuestro sueño, el de Karpov y mío, es que haya una infraestructura para promover el ajedrez. Que en cada país del mundo haya oportunidades para que los niños no solo aprendan los movimientos, sino que realmente practiquen con excelencia el juego. Pues creo que el talento se reparte equitativamente en todo lado.
Carlos F. Chamorro es periodista y economista nicaragüense.