El desenlace del nombramiento de Bruno Stagno Ugarte como embajador ante Naciones Unidas puso en evidencia una de sus principales características como político: no es un político común.
De ascendencia chilena, nacido en París y educado en Costa Rica, Francia y Estados Unidos, Bruno Stagno recoge reconocimientos por su refinada preparación en asuntos internacionales y su amplio conocimiento en la política multilateral que se cuece en Nueva York, una ciudad donde él se mueve como un nativo.
Es trilingüe y masculla el alemán y el árabe. No parece tener debilidad por las comodidades diplomáticas. Si así fuera, no habría viajado como mochilero por 12 países africanos en 15 días para pedir apoyo a la candidatura tica para el Consejo de Seguridad de la ONU, en el 2007. El fin justificaba los medios.
Tiene solo 40 años y una melena tupida y crispada. Educa a tres hijos y puede presumir de un currículo extenso en organismos internacionales, como profesor, consultor y en puestos con la Cancillería, aunque no es un diplomático de carrera.
Su máxima exposición política la alcanzó en el 2006 cuando Óscar Arias lo presentó como su canciller en el cuatrienio que terminó el 8 de mayo, tres días después que el Consejo de Gobierno lo nombró embajador ante Naciones Unidas. Es decir, que Stagno Ugarte tuvo durante 72 horas la doble función de canciller y embajador ante la ONU.
La designación como canciller no era casual. Arias se sirvió de un profesional que no le restó exposición internacional, pero que dominaba como pocos la técnica diplomática y la política mundial, pero sobre todo se ganaba un ministro de absoluta lealtad.
Stagno fue incluso el beneficiado con una beca que la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, puso a disposición de Arias cuando le concedió un doctorado honoris causa, en 1999.
La afinidad con Arias es tal que este intercedió por él en febrero del 2003 cuando Bruno Stagno estuvo cerca de ser despedido como embajador en Naciones Unidas por haber pronunciado un discurso sobre la guerra en Iraq, pero sin autorización del canciller de entonces, Roberto Tovar.
Tovar lo perdonó y en el 2006 le cedió el despacho desde donde Stagno dirigió una gestión caracterizada por la política exterior “de grandes ligas” y por la falta de transparencia. Respuestas como “eso búsquenlo en
Es que él no es un político común. Ya lo dijo Arias en una reciente entrevista con