Estos cachorros de conejo causaron furor entre los más pequeños que visitaron ayer el INBioparque. Los niños querían tocarlos y jugar con ellos. »MEYLIN AGUILERA.» (MEYLIN AGUILERA)
“Mi peor olvido fue cuidar a Taquito, el conejo de mi hermano. Lo dejaron conmigo una tarde, pero yo me olvide de él por completo. Al rato empecé a percibir un olor a hule quemado y vi chispas que salían detrás del televisor. De prisa, arranqué la regleta. Taquito estaba mirándome, asombrado, a un metro de distancia. Solo se rascó la oreja y se sentó de espaldas. El conejo se había hecho pipí en la regleta y casi ocasiona un incendio”.
“Recuerdo que en noveno año yo tenía dos o tres novias. Una vez acordé verme con una de ellas en misa, pero la otra me había dicho que ese mismo día tenía su celebración de 15 años, en la misma iglesia y a la misma hora. No sé cómo se me olvidó que la primera iba a llegar. ¡Vieran cuando me vio la otra desfilando con la quinceañera de la mano! Ellas eran primas y las dos mamás estaban sentadas juntas. Me señalaban y hacían gestos, como diciendo ‘espérese a la salida’...”.
“En mis atarantamientos, una vez perdí un objeto que tenía de gran valor para mí: el primer ulltrasonido de mi bebé. Cuando llegué a la casa y me di cuenta, me puse a llorar. Al llegar mi esposo, yo solo le decía entre sollozos: ‘lo perdí, lo perdí’. Casi se muere del susto; más cuando me preguntó: ‘¿qué perdiste?’. Y yo le respondí: ‘el bebé’. Solucionado el mal entendido, me calmé y el día menos esperado, ¡mi bebé apareció! Un taxista lo tenía y lo llevó al lugar donde me recogió”.