En esta selección de ensayos se manifiesta el deseo de dar a conocer a la juventud de nuestro país la obra de un ilustre pensador y ensayista costarricense. La sola selección de los escritos –realizada por su hija, Macarena Barahona Riera– es un primer plan de vuelo para leer las rutas que trazó desde muy joven Luis Barahona Jiménez (1914-1987). Tales rutas confirman un espíritu inquieto y ávido de escudriñar a fondo “la identidad, su patria y el pensar”.
Quijote de empresas diversas, el autor obtuvo la licenciatura en Artes y Letras en la UCR y coronó con éxito su doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Participó en el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, fue constituyente en 1949 y asistió al nacimiento del Partido Liberación Nacional en calidad de fundador.
De naturaleza altruista y sereno en el trato, fue designado Académico de Número de la Academia de la Lengua de Costa Rica. El gobierno español le impuso la Condecoración de Isabel la Católica, fue declarado Ciudadano Ilustre de Cartago, recibió el premio Aquileo J. Echeverría en Historia y se desempeñó como embajador ante la Unión Soviética entre 1978 y 1982. Por más de 30 años se dedicó a la docencia en la UCR en distintas cátedras.
Salpicado por las dos más grandes conflagraciones mundiales, luchó por un mundo más justo en el que prevalecieran valores –hoy un poco devaluados– como la dignidad, el respeto y la solidaridad.
Fue un lector incansable de los que decía eran “sus autores preferidos”: Pérez Galdós, Mallea, Huxley, Malraux, Proust, Thomas Mann y, por supuesto, los clásicos rusos.
Los ensayos de esta publicación están surcados por la visión de mundo de su autor y nos permiten aquilatar su amplio capital cultural al asumir magistralmente temas muy diversos.
Algunos de sus textos son un homenaje a su patria chica: la Cartago habitada por sus ancestros desde los albores de la Colonia. Barahona se dedica a desentrañar el origen del talante cartaginés y afirma como rasgos más conspicuos “su sentido ético, su orgullo de casta y, a la vez, su sencillez”, aunque “estas virtudes se daban de hecho sobre un fondo oscuro de pequeñeces, de intrigas y envidias muy propios de un pueblo pequeño”.
Decidido a valorar insignes autores cartagineses y colocarlos en el firmamento de las letras nacionales, Barahona exalta la labor de Pío Víquez, Mario Sancho y monseñor Sanabria. Al explorar la obra de estos autores, encuentra denominadores comunes, como la ironía, el sarcasmo, el papel del entorno, ciertas frustraciones, alguna tendencia a la fruslería, y la bien ponderada fisga cartaginesa.
Al morir la década de 1930, intelectuales, escritores y artistas realizaron un esfuerzo supremo para sacudir la modorra que imperaba en el mundillo cultural.
Ese medio debía desprenderse del lastre conservador que envenenaba el ambiente y saludar las nuevas corrientes de pensamiento, la crítica y los estilos que permearon las artes a partir de la crisis moral de entreguerras.
En ese momento descubrimos a Barahona cerrando filas al lado de una vanguardia que apostaba por la asunción de nuevos temas y problemas que se hacían invisibles ante las tradiciones más arraigadas de los costarricenses.
Según el evangelio liberal, el devenir histórico de los costarricenses aún constituía la explicación oficial, y la crítica se consideraba rara avis . Al inicio de los años 50, se inauguraron algunas alternativas ante un modelo económico que había descrito entonces su periplo de agotamiento y crisis. Ante la nueva coyuntura económica, surgen nuevas propuestas culturales, en especial al principio de la década de 1970.
La asunción de nuevos paradigmas se convierte en una preocupación de Luis Barahona, quien logra articular sus conocimientos de estética con la obra de destacados escritores y escritoras costarricenses.
Este libro, que entrega la Editorial Costa Rica, reivindica a nuestros clásicos, valora sus desvelos y clama por la función social de la crítica ante la crisis profunda que padece el pensamiento crítico costarricense.
Dicho pensamiento parece haberse esfumado al encarar el tinglado construido con ardid por el político que cedió ante la voracidad del capital. Uno de los últimos bastiones del pensamiento crítico, a pesar de la disconformidad de algunos sectores, es esa universidad pública en la que creyó y enseñó Luis Barahona Jiménez.
El autor es Catedrático de la UCR.