El Dr. Jokin de Irala no se siente libre en Costa Rica. En consecuencia, decidió inhibirse de exponer sus polémicas tesis sobre la “cura” de la homosexualidad en el Congreso Centroamericano de Bioética, reunido el viernes en nuestra capital.
Hace mucho, los más prestigiosos organismos de salud pública en el mundo dejaron de considerar enfermos a quienes manifiestan preferencia por personas del mismo sexo. En consecuencia, dicen las voces autorizadas, no hace falta una cura. Más bien advierten sobre los peligros de intentarla.
Ese estado de cosas, muy próximo al consenso, no autoriza a apagar las voces disidentes. El Dr. De Irala goza en Costa Rica de tanta libertad como existe en España para ventilar sus puntos de vista. No puede esperar, sin embargo, la falta de respuesta. Quienes reciben de él el calificativo de “enfermos”, en sí mismo denigrante y abono para otras actitudes homofóbicas, no pueden mantener silencio.
Tampoco podemos hacerlo quienes creemos en los derechos humanos y la libre búsqueda de la felicidad, siempre elusiva, mientras las vías escogidas no dañen a los semejantes. El Dr. De Irala se siente insultado, pero no parece comprender por qué sus tesis insultan a un importante sector de la población.
Nadie en este país se planteó la posibilidad de silenciarlo. Cosa muy distinta es permanecer indiferentes ante la declaratoria de interés público del Congreso donde se requirió su participación. La pregunta no es si el Dr. De Irala, en ejercicio de la libertad de expresión, puede hablar sin tapujos. La pregunta es si el Estado debe estimular la celebración de foros donde se exponen tesis tan controvertidas y ofensivas.
Todavía en nuestros tiempos hay “científicos” convencidos de la superioridad de una raza sobre otras. Escribiría con vehemencia para defender su derecho a expresar el disparate, pero también para criticar cualquier apariencia de respaldo oficial al foro donde lo manifestaran.
La Sala IV resolvió el diferendo. El Congreso no pudo ser declarado de interés público, pero nunca se planteó la posibilidad de evitar su celebración. Tan libre es Costa Rica que una minoría discriminada en lo social es capaz de ejercer sus derechos políticos para enfrentar al Gobierno, criticarlo sin temor y vencerlo en los tribunales.
Así se desarrolla el debate democrático, en ocasiones con crudeza y muchas veces con excesos. La lección la puede aprender el Dr. De Irala de quienes se sienten ofendidos por sus tesis. También podría volver la vista al diputado Justo Orozco, defensor de ideas muy similares, siempre dispuesto a expresarlas sin temor en el marco de una viva polémica en esta tierra de libertad.