Su catecismo es un aparato detector de tensiones; sus acólitos se tasan según su fortuna; creen que descienden de unos exiliados galácticos que llegaron a este planeta hace 75 millones de años, su ciudad santa es Hollywood y rinden culto a un mentiroso patológico que murió, pero vive en las esferas celestes.
Bien decía Oscar Wilde que si es horrible estar en la boca de todos, peor aún es no estar en la boca de nadie; por eso Lafayette Ronald Hubbard –más conocido como L.Ron Hubbard y entre otras yerbas fundador de La Iglesia de la Cienciología– se fue directo al cuello de la res y montó una estructura de mercadeo, imagen, propaganda y comunicación, que se la habría deseado el mismísimo Joseph Goebbels.
Entre quienes lo veneran y aquellos que lo detestan a muerte se han encargado de construir alrededor de Hubbard, una telaraña de medias verdades donde todo es según el color del cristal con que se mira, glosando a Ramón de Campoamor.
Para los miles de neófitos de a pie que acuden a sus 10.000 iglesias alrededor del globo, o los apóstoles Tom Cruise y John Travolta, Hubbard es “la pomada canaria” y la “piedra filosofal” que los elevó del cieno a las estrellas.
Los escépticos ven en Hubbard y la cienciología una mezcla letal de secta, mafia y una bola de mercachifles que trafican placebos místicos, extorsionan a espíritus cándidos, esclavizan tarados, esquilman cuentas corrientes y es un embudo financiero que subasta el nirvana por un ¡Quieeén daaaa másss!
Una vez separada la paja del grano, resulta que Ron aterrizó en Nebraska el 13 de marzo de 1911, vía Teodora Ray y Harry Ross Hubbard. A partir de ahí, Ron, sus fieles y sus detractores reescribieron sus andanzas por este planeta y lo único fiable es que despegó, “hacia el infinito y más allá”, el 24 de enero de 1986.
Solo, dentro de un auto, con el aire acondicionado encendido y oculto tras unos establos en Creston –California– finalizó sus días. Su esposa Mary Sue estaba en prisión, su hijo Ron lo había abandonado y aún se ignora la causa del deceso.
Los cienciólogos incineraron el cadáver al día siguiente y juraron que Hubbard murió porque se le pegó la gana y ahora vive en una lejana galaxia, donde se dedica a elevadas reflexiones, propias de su nueva envoltura celestial. Una rápida autopsia demostró que Ron era adicto a las drogas y el alcohol, pero eso no fue óbice a su memoria porque dejó la bicoca de $640 millones.
Este muerto está más vivo de la cuenta. El ayatolá del cine, Paul Thomas Anderson, filmó The Master , aspirante a tres Óscar en mejor actor, actriz y actor secundario. La película medra en las raíces de la cienciología y enfrenta a Freddie Quell (Joaquín Phoenix) –un sociópata borracho– y a Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), un entusiasta predicador inspirado en Ron Hubbard.
Anderson afirma que la cinta no es un panegírico, si bien habría que contrastarla con las versiones biográficas de Paulette Cooper, quien en 1970 escribió El escándalo de la cienciología ; la de Bent Corydon, Mesías o loco , o las declaraciones de Ron, el hijo de Hubbard, quien aireó las miasmas de su padre y lo llamó “violador de almas” en una entrevista con Penthouse , en junio de 1983.
Ángel y demonio. En Bélgica, Francia, Inglaterra, México, Alemania, Italia y Estados Unidos, los cienciólogos han enfrentado diferentes juicios; a su fundador, el honorable juez de la Corte Superior de California, J. Breckenridge, lo describió – en un fallo en su contra de 1984– como un “mentiroso patológico” y que sus libros reflejan la “codicia, avaricia, lujuria de poder, ansia de venganza y agresividad”. Otro tribunal lo calificó de “esquizofrénico y paranoico”.
La infancia de Hubbard parecía la de Khrisna. A los tres años aprendió a leer y a escribir solito, con la misma facilidad con que jineteaba caballos salvajes. Un año después, selló un pacto de sangre con los indios Pies Negros; decía que su abuelo Lafayette Waterbury era un poderoso ganadero, pero en realidad fue un veterinario fracasado. Contó que a los 12 años ya le interesaba la filosofía y la psicología, pero en sus diarios no constan esos detalles.
Como un Marco Polo moderno, aseguró que entre los 14 y los 19 años recorrió China, Mongolia, India y el Tíbet para contactar a los santones orientales, pero en 1935 confesó a la revista Adventure , que solo fueron breves estancias turísticas acompañado de su madre.
Hubbard cursó apenas los estudios básicos y comenzó la carrera de Ingeniero Civil en la Universidad George Washington; escribió para The University Hatchet , pero nunca se graduó y prefirió probar como escritor y piloto. Tenía un doctorado en Filosofía por la University Sequoia, de California, pero esta fue cerrada por emitir títulos falsos y otras irregularidades.
Aunque fue un deplorable estudiante de Matemática, y reprobó un cursillo de física atómica y molecular, afirmó sin empacho que fue “uno de los primeros físicos nucleares de América”, apuntó Jonathan Caven-Atack en La verdadera vida de Ronald Hubbard .
Ron vivía una fantasía similar a sus relatos de ciencia ficción. Obtuvo dinero para una fallida expedición científica a Alaska en 1940; se enroló en la marina y desde un barco digirió un ataque contra dos supuestos submarinos japoneses. Fue relevado del cargo por su “falta de juicio, liderazgo y cooperación” y lo enviaron a una escuela militar en la Universidad de Princeton.
En medio de esos embrollos tuvo tiempo para casarse tres veces. Primero con Margaret Polly Grubb, en 1933; con ella tuvo dos hijos pero Polly no soportó las extrañas y largas ausencias de su marido. Durante un año, Hubbard fue el amante de Sara Hollister y en 1946 cometió bigamia porque se casó con ella, sin separarse de Margaret.
Sara pertenecía a una sociedad ocultista fundada por el vidente inglés Aleister Crowley, quien le inspiró las ideas para fundar la cienciología y escribir su vademécum: La dianética, la evolución de la ciencia .
Tanto Margaret como Sara lo acusaron de violencia doméstica y Ron se casó por última vez con Mary Sue Whipp, convertida a la cienciología, con quien tuvo cuatro hijos; uno de ellos, Quentin, era homosexual y se suicidó por la homofobia paterna. Cuando se enteró Hubbard dijo: “¡Ese estúpido chico de mierda! ¡Miren lo que me hizo!
Llegaron del espacio. Circula el rumor de que es más seguro limpiarle el trasero con lija a un león, que averiguar las intimidades de la cienciología. Antes de fundar ese culto, Ron probó ganarse la vida como escritor de ciencia ficción; envió varias historias a los pulp-magazines , publicaciones baratas de evasión, y de acuerdo con la historia oficial tuvo un éxito inmediato y recibió un salario astronómico.
En realidad apenas llegaba a fin de mes, carecía de estilo pero tenía una imaginación desbordada que volcó de lleno, allá por los años 50, en crear la iglesia de la cienciología, una rara mezcla de creencias orientales, técnicas de autoayuda y mercadeo, que le permitieron convertir la fantasía en realidad.
Ron Junior reveló a Penthouse el secreto de su padre para triunfar: “El camino a la riqueza y la gloria se obtiene con la venta de la religión a las masas”. No falló porque a su muerte dejó una fortuna estimada en $640 millones y casi 10.000 centros cienciológicos en 165 países.
Esta doctrina sostiene que Xenu, un déspota galáctico de la Estrella Markab, desterró a miles de disidentes en La Tierra hace trillones de años y sus espíritus –llamados thetan– se han encarnado una y otra vez en los terrícolas.
La cienciología es un método de autoayuda, según el cual, recordando las experiencias o “engramas” negativos, la persona puede liberarse de sentimientos reprimidos que arruinan su existencia. En este proceso, participa un “auditor”, que cobra centenares de dólares por sesión, y utiliza el “E- metro” para medir los niveles de carga mental y devolver al catecúmeno a su estado divino original, ¡claro!, sin un centavo encima.
El lenguaraz de Ron Jr. sostiene que eso no funcionó mucho con su padre porque él solo estaba “interesado en el dinero, el sexo, las bebidas alcohólicas y las drogas”. Golpeaba a las mujeres, tenía unas rabietas apocalípticas, era un hipocondríaco y un manipulador.
Los trucos del Dios de Nebraska engatusaron a celebrities como Cruise, Travolta o Kristie Allen, quienes pasaron por el aro de David Miscavige, antiguo fotógrafo de Hubbard y actual presidente de la iglesia.
Ron L. Hubbard fue un mecánico espiritual, experto en finanzas celestiales, taumaturgo de las estrellas, príncipe de los pícaros y tejedor de trajes invisibles para vestirse de ilusiones. 1