20/12/10. centro cultral espaol. pinturas de Diana Barquero. en la fotografa: Diana Barquero. /PabloMontiel parala Nacin. (Pablo Montiel)
Diana Barquero (1986) observa las películas con pupila minuciosa. Para ella, el momento más tenso de la trama puede ser irrelevante, pero el gesto casi imperceptible de un personaje secundario la conquista y la obliga a tomar el lienzo. Así, en cada largometraje, Diana descubre un festín de posibilidades para su oficio de pintora.
En el Centro Cultural de España, esta artista exhibe
La muestra plantea un diálogo entre el lenguaje pictórico y el cinematográfico para descubrir semejanzas y desencuentros entre estas dos ramas del arte.
“Cuando veía películas me percataba de que había ciertos encuadres que tenían una clara relación con la labor pictórica”, comenta Barquero. “Lo que busco es aprovechar esas similitudes y traer, a la memoria del espectador, los momentos de las películas que casi nadie recuerda”, añade.
Sus cuadros rescatan del olvido momentos fútiles de varios largometrajes, como imágenes de transición en las que se asoman personajes a quienes el guion no concedió palabra alguna.
Paulina Velázquez, curadora de la exhibición, explica que, en sus cuadros, Barquero captura “desde el ‘movimiento barrido’ de un rostro hasta las emociones extrañas que se reflejan en los gestos de los protagonistas”.
Cuando inició su trabajo, Diana decidió utilizar cine con imágenes similares a las del mundo cotidiano, en lugar de creaciones ostentosas que emplearan maquillajes, vestuarios o escenarios extra-vagantes.
Por eso, algunos de sus cuadros se inspiran en el movimiento cinematográfico
Tal es el caso de la instalación
Jean-Luc Goddard (1930), director francés, observó que “el cine es una verdad 24 veces por segundo”. Con pulso de flechera, Barquero trasladó ese privilegio a la pintura.
“Este trabajo pretende demostrar la incapacidad que existe para representar manualmente la imagen tal y como nos la muestra el cine”, comenta la artista. En cada uno de los cuadros de esta instalación se notan diferencias mínimas, y su ejecución supone gran dificultad técnica.
Los restantes ocho trabajos de la exposición son cuadros elaborados con óleo sobre tela, en mediano y gran formatos. Todos permiten atestiguar la evolución de la artista durante los tres años que duró su trabajo.
Según Barquero, esos personajes aparecen cuando la cámara hace un desplazamiento en la escena de un hospital; ellos no hablan: solo esperan ser atendidos. El trazo tosco y los colores fuertes utilizados conforman una imagen distinta de la que ofrece la película.
“En estos primeros ejercicios yo quería plantear cómo sería el fotograma si fuese pintura; por esto enfaticé la mancha, la construcción pictórica”, dice Barquero.
Otro trabajo de esta naturaleza es
“Al convertir la escena en pintura, ese trasfondo casi se apaga y solo queda la imagen. Por esto, creo que todos mis trabajos silencian la narración de la película”, indica la artista.
En
“Fue un trabajo muy cuidadoso porque debía evitar que el cuadro se llenara de ‘ruido’”, explica. Para conseguirlo, anuló el fondo y algunos rasgos menores. El espectador incluso puede acudir a una revelación de su cerebro: en lugar de tres caras, es posible observar (¿imaginar?) una cuarta.
Las tres pinturas que completan la exposición se llaman
En esos trabajos se resalta la premisa de Barquero: si el cine es una construcción de imágenes, innegablemente debe mantener relación con la pintura. “Las composiciones de estos cuadros son muy interesantes y las hay a montones en cada película, pero suelen pasar inadvertidas”, dice Barquero.
El cineasta Orson Welles dijo: “Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta”. Barquero carece de cámara, pero en su lugar tiene algunos pinceles..., y qué bueno que así sea.