Este Gobierno necesitó mucho menos de un año para mostrar su ineptitud política, la ausencia de planes y proyectos, y el divorcio que conlleva un doble discurso, que mientras dice una cosa, está embarcado en acciones contrarias.
La obsesión de doña Laura de que esto o aquello (una escuelita que inaugura, un puente, lo que sea), era parte de sus promesas de campaña, muestra la incapacidad del Ejecutivo para entender que al día de hoy, todo ha cambiado y que se necesita un doble manual de ruta: uno para el estado de emergencia a que nos ha llevado la improvisación gubernamental; y otro, a mediano y largo plazo, que le de sentido a los sacrificios que tendrá que hacer el país para salir adelante.
Donde se pongan los ojos hay motivo de tristeza. Desde lo que viene sucediendo al interior del Hospital Nacional de Niños, con las cirugías de corazón, los índices comparativos con países como Guatemala y las denuncias de eminentes médicos; hasta el desastre en la CCSS, donde todos los miembros de la élite que ha ejercido el poder, han metido las manos, dictado políticas, jugado con los dineros de los asegurados, hecho contratos leoninos contra la entidad, y no ahora, sino desde hace muchas décadas.
En seguridad ciudadana, es risible que el jueves saliera todavía alguno hablando del “Plan integral de seguridad”, proclamado en campaña, aunque inexistente entonces; elaborado tres meses después, pero tan ausente como el anterior; y exhibido hoy, con ofrecimiento de dineros del BCIE, pero tan solo para pagar más asesores y expertos.
Del puente de la platina, que sigue pendiente, ya nadie habla. ¿Para qué? Ni risa ni enojo da, solo verguenza ajena. En la ‘ruta del sol’, la última respuesta de la empresa es elocuente: ante el pedido del ministro de que se construyan varios puentes peatonales, le contestaron que no; que si acaso uno en Coyolar.
El impulso patriótico frente a la invasión nica, de construir caminos, puentes y helipuertos en la zona fronteriza, para reafirmar la soberanía nacional sobre esos territorios abandonados, se quedó a medio camino, lo mismo que otros tantos proyectos que corrieron igual suerte.
En RR. EE., donde se meten los pies a diario y se realizan las ferias de empleo del PLN, no solo se nombran peones de campaña, sino que, a espaldas de la opinión pública y del debate ciudadano, se tramita un concordato, con una delegación entre cuyos integrantes está, nada menos, que monseñor Barrantes, subordinado directo del Vaticano.
La lectura presidencial del descontento popular que todo esto origina es quizá más grave que los hechos: la Presidencia no ve, no oye y no siente. Y en su concepción del mundo, cree que porque habla, piensa, y que porque piensa, hace. Y todavía nos faltan tres largos años.