La imagen que publicó La Nación el día de ayer del diputado Justo Orozco sentado en su curul, leyendo la Biblia (La Nación, 29 de mayo), es el reflejo más claro del retroceso que vivimos en Costa Rica en temas de derechos humanos: no se busca un bien común ni el bienestar de los habitantes, sino el reforzamiento de dogmas y prejuicios que dominan la mente y las decisiones de nuestras autoridades.
Que el diputado Orozco presida la Comisión de Derechos Humanos, es, más o menos, como poner a Jacques Sagot a organizar el tope de Palmares. Más bien parece que preside la Comisión para impedir que los Derechos Humanos se cumplan y asegurarse de que sus creencias se conviertan en ley.
Ya es conocida la posición de algunos diputados para impedir a toda costa que las personas homosexuales tengan los mismos derechos. La discusión entre quienes los defienden y quienes los increpan, es pan de cada día. De eso ya todos estamos cansados. Este es un llamado a aquellos que no legislan, a los ciudadanos que tenemos en nuestras manos el poder de colocar a una persona en una curul o en una silla presidencial. La situación que viven muchas personas homosexuales en nuestro país está lejos de ser solo un asunto legislativo. Tiene rostro humano, puede ser su amigo, su tía, su hijo, su hermana, quien puede no tener los mismos derechos que los demás, por algo que no escogió. Puede ser uno de sus hijos el que sea rechazado en un trabajo o por su propia familia o que sea objeto de burlas. Rechazar a las personas homosexuales es rechazar a un ser humano, uno igual que usted, que también ama, que trabaja, que puede tener fe y creer en el mismo Dios que usted. Hay más razones que nos unen; entonces, ¿por qué el miedo y el prejuicio?
Doble moral. Si un policía se declara abiertamente “neonazi”, el país se escandaliza y lo rechazanpor sus ideas de odio. Si una persona se declara abiertamente homofóbica, como el señor Orozco, recibe más de 20.000 votos y ocupa un escaño en la Asamblea, desde donde lee la Biblia y odia a su prójimo, a excepción de que sea cristiano y heterosexual. Me pregunto: ¿qué habrá estado leyendo don Justo en la Biblia que tenía entre sus manos? No creo que haya estado leyendo la parte en la que Jesús dice “ámense unos a otros como yo los he amado”. Más parece que buscaba alguna cita para justificar por qué rechaza a quienes debería amar. Le haría bien leer de vez en cuando la Declaración Universal de Derechos Humanos, aunque sea por curiosidad y por tarea laboral, inherente a su nuevo puesto en la Asamblea. Todos estamos invitados a reflexionar con comprensión y respeto hacia los demás, en pensar más en la persona que hay detrás de nuestros prejuicios y pensar menos en nuestros miedos. Hay realidades que no van a dejar de existir solo porque las rechacemos. En nosotros está el hacer de esta una sociedad inclusiva y en donde todos tengamos los mismos derechos.