Los fuertes aplausos de los asistentes compartieron -y ratificaron- el criterio del jurado por haberlos señalado como los mejores, en el campo de la cultura y la ciencia, de los últimos dos años.
Los premios Ancora se entregaron ayer, luego de las 7 p.m., en el auditorio Manuel Jiménez Borbón, ubicado en las instalaciones de este diario. Estos galardones los otorga bienalmente el suplemento cultural Ancora, de La Nación.
Eduardo Ulibarri, director del periódico, destacó la importancia de las distinciones. "Los premios Ancora son conocidos y respetados en los círculos intelectuales del país", destacó.
Resaltó el trabajo del jurado encargado de la selección de los ganadores, integrado por Rodrigo Zeledón, quien lo presidió, Rolando Castellón, Nacer Ouabbou, Nandayure Harley, Nicholas Baker, Sergio Herrera, Macarena Barahona, Aurelia Dobles, editora del suplemento, y el propio Ulibarri.
Como parte de la ceremonia, la Camerata del Conservatorio Castella interpretó Adagio de cuerdas, composición inédita de Allen Torres, premio Ancora en música. El Cuarteto de Trombones ejecutó otras dos inspiraciones de Torres.
Las paredes del auditorio exhibieron obras de Juan Luis Rodríguez, distinguido con el premio en artes plásticas.
Los ganadores
El músico Torres alcanzó el galardón por la originalidad y seriedad de su trabajo. En el período 1995-96 se estrenaron seis obras suyas. A Rodríguez se le reconoció por su exposición retrospectiva El combate, en los museos del Banco Central.
La escritora Virginia Grütter fue premiada por su poemario Cantos de cuna y batalla. Esta fue la primera vez que los Ancora distinguieron la creación poética.
Su trabajo al frente del Taller Nacional de Teatro fue la razón para otorgarle el premio a la actriz Gladys Catania en teatro. Mireya Barboza lo recibió por su labor en el campo de la danza.
Flora Ovares y Margarita Rojas lo obtuvieron en la categoría de ensayo por su libro 100 años de literatura costarricense, que es un compendio de dos décadas de investigaciones.
En el área de las ciencias, Pedro León Azofeifa mereció el galardón por la trascendencia de sus investigaciones citogenéticas en torno a la enfermedad maniaco-depresiva.