Mansión de Nicoya. A 13 km de la cabecera nicoyana hay un salón maltrecho que parece un aula, pero en realidad es una escuela. Es el centro unidocente de Guastomatal, en Mansión de Nicoya.
Está rodeado de árboles de teca, tamarindo y anona, de campo abierto y una calle de piedra donde un carro es noticia, pero los nueve alumnos de la maestra Olga Gutiérrez no sabían para dónde correr el miércoles a las 8:42 de la mañana, cuando todo empezó a moverse demasiado.
Ella entonces los protegió como lo hace una gallina con sus pollitos y se forzó a estar tranquila. Les pidió calma y paciencia.
Soportaron el terremoto fuera del salón, viendo cómo los típicos ladrillos agujereados de la escuela caían en pedazos al piso.
Una grieta de dos pulgadas se abrió en la fachada y ahora no se atreve a meter a sus “pollos” sin que antes vengan autoridades del Ministerio de Educación a solucionar los daños. “Así para los niños no. Para mí, esto es inservible”.
El miércoles acabaron incluso haciendo picnic en la placilla del pueblo, donde hay unas 70 casas sin agua potable pero con Internet y teléfonos públicos celulares del ICE.
Olga Gutiérrez espera hoy a sus superiores del MEP. A ellos les enseñará los graves daños en paredes y la pizarra suelta, donde aún se leía una frase de Ciencias: “Vivimos en el planeta Tierra”.