Durante dos partidos, Walter Elizondo –uno de los mejores defensas centrales de todos los tiempos– lo tuvo a “mecate corto”..., o casi.
Solo una vez se le escapó y Miguel Ángel Mansilla no perdonó: marcó el segundo gol y selló el 2-0 para el Saprissa en el segundo juego de la final de 1977.
De ese modo, la S consumaba la hazaña de lograr seis campeonatos nacionales al hilo –un logro que permanece intocable en el fútbol del país– con la huella de 25 tantos suyos en esa campaña.
Miguel Ángel Mansilla Acuña era un uruguayo que vino procedente del Chacarita Juniors cuando al Saprissa aún no le decían el Monstruo y la transmisión en vivo de los juegos de fútbol solo se hacían en ocasiones especiales.
Mansilla llegó al Juan Santamaría con paraguas en mano porque le dijeron que llovía a cántaros.
Aunque, como suele suceder, el pronóstico fue una pifia, el charrúa debió abrir su paraguas para guarecerse de las feroces críticas que le llovieron en sus primeros partidos como morado.
Impaciente, exigente, demandante, la enorme mancha morada lo juzgó fuertemente porque al hombre le costó, y mucho, adaptarse al medio y a un equipo que vivía de lo último que daba una de sus más brillantes generaciones, la que ganaría los seis títulos en fila.
No fue fácil para Mansilla ocupar el lugar de Carlos Solano, el Loco, uno de los más notables representantes de esa camada de futbolistas, quien en ese 1977 dejó Saprissa por el Cartaginés: entonces, aunque en este siglo XXI parezca increíble, los brumosos le ganaron la puja a la S por su estrella.
Le costó, cierto; pero cuando Mansilla arrancó no hubo manera de pararlo y desató la “mansillamanía”: hasta de Pelé uruguayo lo calificó un diario costarricense. En andas de Mansilla, los morados se encumbraron al “hexa”.
Aquel día de final, un aficionado saltó a la cancha y se apropió de la camiseta morada, con la S en el pecho y el “18” en la espalda.
El gran año no se repitió. Ese Saprissa no daba para más, 1978 fue un torneo mediocre y Mansilla se fue. Regresó en 1980 al Municipal Puntarenas, pero nada fue igual.
Desde 1984 se afincó en Panamá, donde empezó una carrera como técnico, ahí ganó varios títulos y dirigió al seleccionado canalero.
Se aprestaba a dirigir al Suntracs de la Segunda; pero ayer, un aneurisma en el riñón paró, a los 60 años de edad, al goleador de la hazaña del Saprissa.