Todas las congojas se disiparon no más comenzando la entrevista, pues ella contestó sin el menor sonrojo a esta pregunta, disparada a quemarropa: “Doctora ¿cómo es trabajar con penes?
“Creo que es lo mismo que sienten los ginecólogos al trabajar con el aparato reproductor femenino”, respondió con tal profesionalismo que dejó sin cabida cualquier tabú.
Tiene mucho sentido; después de todo, ¿no es lo mismo que tratar a diario oídos, narices, dientes o estómagos? Pero ¡cómo cuesta vencer los prejuicios!
En Costa Rica, solo hay cuatro médicas urólogas, según se desprende de los registros del Colegio de Médicos y Cirujanos. Una de ellas, la doctora Andrea Guevara Moya, accedió a contar algunos entretelones de una profesión que, hasta hace poco, parecía exclusiva de los varones.
Admite que ya está acostumbrada a manejar la curiosidad y el morbo de la gente con respecto a la profesión que eligió para realizarse como persona, quizá porque las inquietudes la merodean desde que decidió especializarse en este campo.
“¿Pero por qué quiere ser uróloga?”, le espetaron sus padres el día que les comunicó que ya no sería pediatra y que incursionaría en un terreno tradicionalmente vedado para su género.
Las razones las tenía muy claras y en aquel momento pudo explicarles lo mismo que responde siempre que alguien la interroga: “Me llamaron la atención las enfermedades de las vías urinarias, la patología de la próstata y toda la parte quirúrgica. En la urología confluye todo. Tengo la oportunidad de profundizar en el campo que me gusta y, a la vez, puedo realizar una gran cantidad de procedimientos como biopsias, cirugías, ultrasonidos, pruebas de función de vejiga y muchos más”, afirma Guevara.
La doctora, quien trabaja en los hospitales San Juan de Dios y Cima San José, hizo su especialidad médica en París, Francia, y ya suma 11 años de carrera.
Consultada sobre los inicios, reconoce que no le resultó fácil abrirse paso, porque sí hubo gente que dudó de su futuro desempeño por ser mujer, aunque ya esa etapa es historia. “Lo bueno es que las que dimos el primer paso les abonamos el camino a las estudiantes que vienen detrás. Pronto serán más las urólogas en Costa Rica”, dice con ilusión.
Hoy habla orgullosa de lo que tanto le apasiona hacer y asegura que los éxitos cosechados la impulsan a seguir adelante. De hecho, pronto abrirá otro consultorio en la Clínica Católica, pues dice que con el tiempo se ha percatado de que bastantes hombres se sienten más cómodos al ser examinados por una doctora.
Ya en mayor confianza, le preguntamos si durante sus consultas ha debido enfrentarse a situaciones embarazosas con pacientes pasados de listos o que, por machismo, la irrespeten.
Y de nuevo, de manera tajante, su respuesta es no. “Mis pacientes siempre han sido extraordinarios. Además, yo no les doy motivo para otras cosas. Puede que me vean joven, pero pronto se percatan que sé de lo que estoy hablando y que tengo un carácter fuerte, con el que no se puede jugar. Al final de la consulta, siempre me agradecen el trato”, manifiesta esta mujer de 33 años, casada con el gastroenterólogo Federico Salom Macaya y madre de tres niños (una pequeña de 6 años y gemelos de 9 meses).
Tampoco ha tenido problema alguno con las esposas de los hombres que llegan a su consultorio. “Todo lo contrario; por lo general, son ellas quienes traen a sus maridos. Los varones en este país son muy desatendidos con su salud, ya sea por temor o por prejuicios. Lo bueno es que, cuando reciben una atención seria e integral, pierden el miedo”.
Seguía la pregunta infaltable, la que es tema frecuente de chistes y de pesadillas masculinas: ¿qué les causa más temor a sus pacientes: confesar que tienen problemas como incontinencia urinaria o disfunción eréctil, o tener que enfrentarse al famoso y muy temido examen de próstata?
“El examen de la próstata, sin ninguna duda. Lo bueno es que el susto no les dura ni un minuto, porque el tacto se realiza rapidísimo. En lo que más duramos es en la consulta porque es integral: les tomamos la presión, los pesamos y, si hay problemas de fondo, los referimos con otros especialistas”, dice con naturalidad.
Nos quedaba una curiosidad más en el tintero: saber si, a raíz de su trabajo, ha tenido problemas con su esposo... de celos, por ejemplo. Ella, con esa franqueza que la caracteriza, solo dice: “Trabajo es trabajo y así lo vemos los dos”. Y tiene razón: para un médico, trabajar con penes, testículos o vías urinarias internas, es lo mismo que trabajar con cualquier otra parte del cuerpo.
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