ColaboradorEn las afueras de la vivienda de Óscar Arias, en Rohrmoser, la tarde de este sábado estuvo en su mayoría libre de personas ajenas a la boda del exmandatario con la abogada Suzanne Fischel.
A partir de las 4 p. m., proveedores, personal de servicio, agentes de seguridad, un policía y miembros de la prensa empezaron a merodear la casa esquinera, en la que más tarde se realizaría la ceremonia.
Luis y Roberto, dos cuidadores de carros de profesión, también decidieron probar suerte, esperando poder hacer su salario de la jornada resguardando los autos de los invitados.
Ellos llegaron sin saber la cantidad de asistentes, con la esperanza de que no hubiera seguridad privada en el evento para así poder realizar su trabajo de manera tranquila. Tampoco contaban con que algunos invitados llegarían con chofer y no necesitarían de sus servicios.
Los peatones y los carros particulares que pasaban en las cercanías de la casa no se detenían por completo, pero sí disminuían su velocidad para echar un ojo a lo que estaba pasando en la entrada del lugar, donde se reunían cada vez más periodistas, fotógrafos y agentes de seguridad.
Otros se atrevieron a preguntar por la hora del evento y la cantidad de invitados, augurando una gran fiesta con muchas personas y un muy buen ambiente.
“¡De fijo va a estar buenísimo esto más tarde”, comentó uno de los peatones que se dio una vuelta.
Tiempo después, llegó el chef de la velada, su equipo de ocho personas y los ingredientes para preparar los platillos. Aunque el menú era muy sencillo, se necesitó de un camión de mudanzas para transportar la comida que se prepararía dentro del lugar.
Un grupo de cuatro guardas de seguridad privada, que se encargarían de cuidar los carros, llegaron para dibujar una cara de angustia e incertidumbre en Luis y Roberto, quienes no tenían otro evento donde realizar su trabajo la noche del sábado.
Cerca de las 7:00 p. m., con el despliegue de fotógrafos de la prensa en las afueras de la residencia y la noticia del matrimonio Arias-Fischel, algunos carros pasaban pitando como si su equipo favorito de fútbol hubiera ganado el campeonato nacional, e incluso una señora de unos 60 años bajó la ventanilla del carro para gritar felizmente, “¡Viva Óscar Arias!”.
Isidro Rodríguez, el policía de la Fuerza Pública que resguarda la casa en el día, comentó que durante todo el día han pasado mirones, pero que no creía que en algún momento de la noche se bajaran y se quedaran en las afueras para observar a los invitados.
No hubo vendedores de pinchos de carne ni refrescos para los pocos particulares que se dieron la “vuelta” para celebrar, desde afuera, el matrimonio de Arias; sin embargo, sí se presentaron muchos mirones desde sus carros, como suele suceder con cualquier conglomeración de personas en una calle principal.