Ahora que el espíritu del comandante Hugo Chávez aparece en forma de “pajarito chiquitico”, según la descripción de su sucesor Nicolás Maduro, el rey de España no tendrá motivos para mandarlo a callar. Más bien podría aprovechar trinos y gorjeos para olvidar las tribulaciones de su Casa Real.
Esa es una consecuencia menor de la revelación experimentada por Maduro en un momento de devota oración. El trance místico del mandatario provisional rivaliza con los fervores de Santa Teresa y traza nuevos rumbos al socialismo del siglo XXI. La reforma, tan profunda como la de Lutero, rompe con el materialismo de origen y asciende hasta los cielos, donde Marx se sienta a la diestra del Padre, torturado por un impertinente enjambre de querubines.
El zumbido de leves seres alados evoca los errores del materialismo con prueba irrefutable. Dios existe y es eterno, como Chávez. Ninguna dialéctica salvará al filósofo de su personal y perpetua contradicción: el cielo no tiene antítesis y, si la tuviera, la síntesis carecería de sentido en el reino de lo inmutable.
La tesis, en cambio, fue probada en el Caribe, donde otro comandante se le hace eterno al pueblo cubano. Los comandantes son para siempre, pero no es lo mismo constatarlo en el paraíso tropical que en el definitivo reino de los cielos. Esa es la importancia del pajarito de boina roja. ¡Hay que poner a Marx de cabeza! Hegel puede seguir igual.
La contribución de Maduro no es filosófica, pero sí sus consecuencias. El mandatario es un empírico, de esos indispensables para fundar el pensamiento. Su misión es rendir testimonio. A esa necesidad responden los dibujos animados de la televisión venezolana donde se muestra la llegada de Chávez al reino eterno. En el comité de bienvenida no falta un integrante del santoral bolivariano, comenzando por el Libertador.
Eva Perón, Salvador Allende y Ernesto “Che” Guevara –tan perplejo como Marx por hallarse en la gloria eterna– completan la comitiva junto a otros beatos revolucionarios, entre ellos un recio indígena, de la estirpe que derrotó a las legiones romanas, según la memoria histórica de Evo Morales.
El video es un elemento de la campaña presidencial de Maduro, pero posee innegable valor educativo para los interesados en el misticismo del siglo XXI. En su entorno celestial, el comandante carece de motivos para transmutarse en pajarito. Aparece en persona, es decir, en caricatura. Viste sandalias y una chaqueta con los colores patrios. Sonríe, plácido, y no se siente obligado a abrir el pico para pedir a sus seguidores el voto por Maduro. ¡El comandante vive! ¡En paz descanse Venezuela!