Este año el Premio Nóbel de la Paz le fue otorgado a la Unión Europea. Se trata de un crucial espaldarazo a una organización históricamente instrumental en la transición de la devastación y horrores de la Segunda Guerra Mundial y la confrontación entre potencias, a la construcción de una Europa de visión compartida de paz, unidad, crecimiento y democracia.
El reconocimiento llega en un momento vital ante los embates de una crisis que ha dejado a millones sin empleo, economías con nulo o exiguo crecimiento económico y Gobiernos con estrecho margen de maniobra ante los altos niveles de endeudamiento.
El temor ha regresado a una Europa en la que los jóvenes encuentran pocas oportunidades y se les ha minado la esperanza de un mejor futuro, siendo España un peligroso ejemplo con niveles de desempleo para ellos, que rondan el 50%. Históricos beneficios (ej.: pensión, sistema de salud, seguro de desempleo) se encuentran amenazados en la mayoría de países ante el obligado recorte del gasto público. Preocupan además algunas voces xenofóbicas y otras separatistas.
Para navegar en esta difícil coyuntura, han sido determinantes la visión y el liderazgo de la canciller alemana Ángela Merkel. Nadie mejor para comprender la importancia de la unión que esta nativa de Hamburgo pero radicada desde pequeña detrás de la “cortina de hierro,” en una Alemania dividida y epicentro de la confrontación de potencias durante la Guerra Fría.
Nadie mejor también para defender el euro, otrora símbolo de fortaleza y prosperidad y que hoy navega en turbulentas aguas para su sobrevivencia, que alguien que cuenta en sus memorias familiares las manipulaciones del “reichsmark” (1947-8) y las fragilidades del “ostmark,” moneda de la Alemania Oriental.
Desde sus primeros años como Cancillera, Merkel se constituyó en un incuestionable pilar de la Unión Europea, como lo muestra su protagonismo en la materialización de la Declaración de Berlín y el Tratado de Lisboa. Más recientemente, Merkel, apodada en inglés como “The Decider”, ha sido central en la construcción de complejas decisiones de salvataje, entre otras las tomadas por el Banco Central Europeo.
Esta valiente mujer, la segunda luego de Margareth Thatcher, en presidir el G-8 y el Consejo Europeo, no ha dudado en arriesgar su capital político y sobrevivencia de cara a las elecciones en el 2013, por una Unión Europea unida y fortalecida, lo que redunda no sólo en beneficio de los europeos sino para el resto del mundo dado su valor político, económico y geoestratégico global, razones que la hacen mi personaje del 2012.