Sin ser experto en nada, me acongoja sobremanera esa inmensa marea negra, en el golfo de México, llegando ya a diversas costas: 800.000 litros por día, desde hace un mes... Por eso, incita a pensar la quijotesca actitud del presidente Correa, de Ecuador, proponiendo un canje a cambio de prescindir de enormes yacimientos descubiertos' A mí me preocupa otra marea que se está acercando, qué digo, que nos está cercando ya, frente a la cual no sé qué mecanismo proponer para tenerla alejadita: es la del fútbol, no ese deporte en sí, sino la forma alienada en que nos lo servirán durante semanas.
Los medios' ya lo están invadiendo a uno' enteramente, igual en vallas publicitarias (ignorante yo, aquello de “chilena”, me lo tuvo que explicar un taxista). Luego vienen ya las promociones de artefactos, de ropa, de chunches irrumpiendo en mi celosamente conquistado lugarcito visual y auditivo, hacia un globalismo tan redonda como esa pelota, solo que el mundo sigue tan ancho como ajeno.
Hasta enajenado: porque explíqueme, por favor, usted que entiende, cómo es que es (lo vimos recientemente todavía con los estudiantes secundarios): se rechaza todo principio de autoridad y de jerarquía, pero florece y se fomenta por doquier el avasallamiento colectivo. Se proclama el reino de la razón y uno, desde la misma barrera observa cómo esa marea impuesta envuelve, obnubila y fascina la sinrazón, no en pequeñas dosis, sino al mejor estilo 24/7 por doquier' Se transmitirá cada uno de los 64 partidos por lo que tendremos inundación en cada oficina, en cada hogar (entelequia en vía de extinción).
Profetizaba aquel indígena que el hombre “civilizado” se aniquilaría en su propio estiércol, cosa que ya se observa, con esa diarrea petrolera; en paralelo, terminaremos con la cabeza afiebrada, en forma de pelota, con esa vivencia del deporte que todo lo reduce al balompié. Claro que valoro el esfuerzo individual de esos futbolistas de por aquí, en Bélgica y en Holanda; en cambio rechazo esa sibilina orgía, estilo hitleriano dulcificado. Nos meterán otra vez aquel bombardeo que no cesa y –para no desentonar– uno tiene que hablar de fútbol, escribir con metáforas futboleras, cuando lo que prevalece y se impone es el business al cuadrado.
Corre el rumor de que por lo “educativo” se permitirá a los muchachos ver aquel partido y también, cómo no, el otro. Siento discrepar con la opinión gregaria respecto del valor formativo de aquello. ¿Nacionalismo?' cuando “la sele” no se mostró capaz de ser seleccionada. ¿Solidaridad? cuando conocida es la soledad de muchos, escondida en el tropel gritando al unísono. ¿Democracia? cuando se impone el poderoso don dinero por doquier. ¿Superación deportiva? más bien han sido tan frecuentes las “enseñanzas” de violencia y de vulgaridad en los estadios.
Tantas copas con la excusa de la copa. ¿Cuántos muertos más caerán próximamente en nuestras carreteras, marineros en tierra, árbitros fuera de la cancha, envalentonados por el alcohol? Aumentará aun más el índice de violencia intrafamiliar en aras del dizque sano entretenimiento.
Gracias, pero no gracias, por este pensamiento único de nuevo cuño, esta marea negra, morada o del color que sea. Al mejor estilo de Coubertin, lo valioso sigue siendo participar, eso sí, activamente, no cómodamente sentado, hasta con cervecita que nos trae “Zoila” (sí, aquella a tutto fare). Importa darle a la pelota, a la raqueta, a la bici, etc. sobre todo con la idea de mover el esqueleto demasiado recargado de rulos de grasa. Y del cerebruto, ni hablar. Mama mia, me marea la marea.