15/01/2013 En un recorrido por la Trocha ruta 1856 desde el sector Boca San Carlos hasta Tirisia de los chilles de San Carlos /Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)
El viejo Ramón Mairena emergió de una grieta desde la ribera del río bajo el sol del mediodía.
Traía sed y todos los años pintados en la cara, un mecate, su sombrero y ganas de hablar si le preguntaban . Además, traía una esperanza que lo venía acompañando desde que su hija le dijo que se vendría a vivir con él y que no vendría sola, pues le traería a su primera nieta.
Mairena aclara que está viejo y cansado, pero que le encanta vivir aquí, en Cureña de Cutris, a la orilla del río. Recuerda que cuando era guerrillero en los años 80 andaba por la ribera con el alma en un hilo, pero ahora, “todo es mucho más tranquilo”.
Tiene cara de indio. Si alguien quisiera imaginarse un indio viejo, posiblemente se parecería a Ramón Mairena. Sonríe estirando las arrugas, enseñando los puentes de oro en los dientes y, de pronto, se queja con cuidado de que no suene a reclamo.
Dice que vive “en una casita donde hay un corralito”.
Se le pregunta qué piensa de la trocha, de que se frenara la construcción, sobre cuánto lo ha afectado y hace cuánto no vienen a darle mantenimiento y de seguido responde: “El camino nos puede favorecer algo, pero cuando esté bien hecho y se ponga un bus aquí para la salida porque viera qué dura la salida aquí”.
Mairena empieza a soltarse. Se va sintiendo cómodo con este grupo de extraños, dos de ellos lo apuntan con cámaras. Cuenta que ahora que viene su nieta y su hija a vivir con él y su mujer, le preocupa que no haya cómo salir de ahí.
“De aquí a Boca San Carlos se dura cuatro horas, a pie. A caballo tres horas, a Golfito cinco horas a caballo. Para nosotros, los que vivimos aquí, que somos pobres, está durito. Nos gustaría que hubiera un bus”, dice.
Atrapado en la carretera de la soberanía, como también se le llama a la trocha, Mairena afirma que la vida es buena, una y otra vez insiste en que el lugar es hermoso y levanta la vista hacia los ceibos y los almendros en la vía, pero de seguido insiste: lástima que están botando los palos. El camino es necesario, pero con controles.
Ya entrado en confianza, Mairena afirma que una de las cosas que más le preocupa es la sacada de madera. Con 30 años de vivir aquí, cuenta que nunca se había visto tanto movimiento de maquinaria como cuando empezaron con la obra y que aún ahora aserran la madera hasta de la reserva.
“Aquí el único que le gusta reportar las cosas incorrectas soy yo. Los demás son zorros del mismo piñal”, manifiesta.
Agrega que el Ministerio de Ambiente solo actúa cuando “se da cuenta” y agrega que eso casi nunca pasa.
Además, recuerda que cuando entró la maquinaria “botaron un lindo almendro ahí” y señala un hueco a orilla de la vía. También recuerda que los palos de almendro los sacaban en camiones y que los demás árboles los enterraban, porque esos no valían.