David Copperfield es archiconocido por su extraordinaria habilidad como mago. Sus megailusiones, como hacer desvanecer la mismísima Estatua de la Libertad, en Nueva York, o atravesar la infranqueable Muralla China, figuran entre sus proezas.
Lo que no todos saben es que Copperfield descubrió, hace casi tres décadas, una forma muy distinta de utilizar la magia.
Una en donde los grandes escenarios serían los hospitales y las ilusiones que allí se hicieran tendrían como meta convertirse en realidad.
Todo comenzó cuando el gran mago ilusionista tuvo contacto por correo postal con un colega suyo durante algún tiempo, sin que Copperfield supiera que este estaba confinado a una silla de ruedas.
De la sorpresa inicial surgió una idea: ¿se podría utilizar la magia para que personas con alguna discapacidad recuperaran la autoestima perdida?
“Nunca antes él se había referido a sí mismo como una persona en silla de ruedas. Su autoimagen no era la de alguien que tuviera alguna discapacidad”, comenta el ilusionista sobre la experiencia que lo motivó a crear The Magic Project (Proyecto magia), un programa diseñado por equipos de magos y terapistas ocupacionales que trabajan unidos para enseñarle trucos a los pacientes con discapacidades físicas y ayudarlos en sus procesos de rehabilitación.
Los trucos se enseñan de acuerdo con cada discapacidad, con la ventaja de que la integración del programa al proceso de rehabilitación estimula la participación de los pacientes y acrecienta su autoestima.
El primer hospital en poner en práctica el Project Magic de Copperfield, fue el Daniel Freeman Memorial Hospital, con sede en Inglewood, California.
El hospital no solo aceptó de buena gana el concepto, sino que, con el tiempo, pudieron comprobar su efectividad al servir también como distractor de las tediosas y largas horas de terapia.
“La rehabilitación física requiere mucho trabajo duro, pero al tiempo que aprenden a hacer magia, pueden completar tareas que, de otra manera, habrían resultado dolorosas, intimidantes, o simplemente habrían perdido el interés”, comenta el mago.
De esta manera, niños atropellados, pacientes de cáncer o adictos afectados por las drogas, han logrado reaprender –por medio de distintos trucos de magia– habilidades que creyeron haber perdido para siempre.
Los pacientes, por ejemplo, mejoran sus funciones cognitivas dado el planeamiento, el aprendizaje de patrones y la necesidad de poner las cosas en el orden correcto.
El realizar cosas que los demás, con todas sus funciones normales, no pueden realizar, ayuda también a levantarles la moral y a mejorarles la autoestima.
La depresión disminuye o desaparece con los logros, las mejoras funcionales y la gratificación que resulta del intercambio social ligado a la práctica y la presentación de los trucos ante una audiencia que suele ser del mismo hospital, incluidos sus amigos y familiares.
El programa funciona de la siguiente manera: el hospital que adopta Magic Project trabaja con ilusionistas locales. Los magos se dan a la tarea de enseñar sus trucos a los terapistas y trabajan juntos en instruir a los pacientes sobre la forma de ejecutarlos.
Dado que las ilusiones han sido diseñadas y probadas para ayudar con la recuperación de lesiones o el mejoramiento de discapacidades específicas, los terapistas trabajan primero las técnicas de ejecución con los pacientes. En la etapa final, los magos regresan para ayudar a pulir los trucos y darles consejos a los pacientes sobre su ejecución en un escenario.
Al igual que sucede con cualquier otra ilusión de Copperfield, es después de mucho planeamiento y trabajo que estas terminan por concretarse.
En este caso, la ilusión de ver la magia convertida en un instrumento para ayudar a los pacientes de rehabilitación, se ha extendido a más de mil hospitales en todo el mundo.
Magic Project cuenta con el aval de la Asociación Estadounidense de Terapia Ocupacional, lo cual significa que se considera como una auténtica herramienta terapéutica.
David Copperfield confía en que su idea sirva de modelo para otros programas similares en donde sean la música, el baile y la fotografía las que, unidas al conocimiento médico, puedan adaptarse para formar parte de terapias que ayuden a más pacientes a recuperar sus destrezas.