La iniciación cinematográfica de Sofia Coppola ocurrió a la temprana edad de dos meses, cuando “interpretó” al bebé que es bautizado hacia el final de la película El padrino (1972), dirigida por su padre, Francis Ford Coppola. Desde entonces, la vida y la ficción según Sofia se han copiado una y otra vez, como ocurre con los malos estudiantes que habitan las buenas películas de François Truffaut.
Durante su temprana infancia, Sofia vivió rodeada de curiosos personajes, como Werner Herzog, Ákira Kurosawa y Andy Warhol: los sospechosos de siempre en la casa familiar. Durante las noches, a la hora del cuento infantil, Sofia escuchó que su padre le explicaba al detalle la importancia del acto segundo de cualquier guión que mereciera ese buen nombre.
Previsiblemente, Sofia fue guionista despierta y precoz, y escribió, al lado de su padre, un fragmento de las memorables Historias de Nueva York (1989). Después fue actriz de reparto en La ley de la calle (1983) y The Cotton Club (1984), e intérprete protagónica de El padrino III (1990): un accidente por exceso de nepotismo que fue multado con intereses en su momento.
The New York Times afirmó entonces que “la interpretación de la señorita Coppola daña gravemente el filme de su padre”. Sin embargo, diez años después, tras el estreno de su segundo largometraje detrás de la cámara, ese mismo periódico la consideró “la directora más prometedora y original de los Estados Unidos”.
Así, Sofia Coppola creció en medio –y a pesar de – los altibajos de la fama: rodeada de los laureles dorados, las alfombras rojas y las pesadillas negras de la fábrica de los sueños. La cineasta ha transformado esa experiencia singular en una joya de la contención y la contemplación cinematográficas llamada Somewhere (2010), su más reciente y sólido largometraje, estrenado en nuestro país bajo el título azucarado de En algún lugar del corazón.
Desplazamientos. El cine independiente y familiar de Sofia Coppola se abre decididamente al trazado de la propia vida y recuerda la obra cinematográfica del director estadounidense John Cassavetes. Al igual que Coppola, Cassavetes hizo, de sus vivencias familiares, su más fértil territorio, lo que resulta particularmente evidente en filmes como Shadows (1959) y Faces (1968).
Somewhere es una película nostálgica y personal; tan delicadamente nostálgica como algunos de los filmes autorreferidos de Woody Allen, François Truffaut o Federico Fellini; tan personal y reveladora como el diario íntimo y la correspondencia de escritura manual del siglo XIX.
A la manera de su notable Lost in traslation (2003), Sofia Coppola nos adentra en un relato que avanza con fluidez en las planicies: sin grandes giros ni excesivos acentos dramáticos. El propio título del filme (perdido en la traducción) puede leerse como una indicación de la búsqueda de un cine sutil, orientado hacia el reverso de las apariencias por encima del ritmo y del movimiento; concentrado en la emoción por encima de la acción.
El origen de ese desplazamiento cinematográfico, y la primera muestra evidente de esta anulación de gestos exteriores –en beneficio de un tiempo ralentizado y reflexivo–, pueden ubicarse en el año 1954, tras el estreno del Viaje a Italia, de Roberto Rossellini.
Con este filme inaugural de la modernidad cinematográfica, Ros-sellini explora las propias dificultades que atraviesa su relación de pareja con la actriz Ingrid Bergman –quien además protagoniza la película– en un entrecruzamiento consciente entre la vida y el cine, entre la realidad y la ficción.
A propósito de ese filme, el crítico francés Jacques Rivette publicó, en la revista Cahiers du cinéma, un extenso y apasionado ensayo en el que afirmaba: “Rossellini ya no filma acciones ni ideas, sino su vida más cotidiana, en todo lo que en ella hay de enseñanza y error”.
Viaje a Italia es una suerte de video casero premonitorio de los videos caseros, una odisea personal con la capacidad de acercarse a la intimidad y de revelar sus misterios. Anclada en la improvisación y en los designios del azar, la película “abre una brecha por la que todo el cine del futuro deberá pasar”, concluía Rivette en su célebre texto.
Ciclos y transparencias. El cineasta Ingmar Bergman recomendaba seguir las metáforas y las expresiones populares al pie de la letra. El consejo parece haber sido tomado al vuelo por Sofia Coppola, quien ha propuesto una representación particular para la expresión “dar vueltas en círculo”, en la secuencia inaugural de Somewhere.
Los primeros minutos del filme muestran al actor Johnny Marco –interpretado por el actor Stephen Dorff– en un circuito de carreras con destino a ningún lugar. Marco es un intérprete hollywoodense entregado al hedonismo, una estrella que sobrevive diariamente a una legión femenina que lo asedia y lo caza en los pasillos y las habitaciones del hotel Chateau Marmont de Los Ángeles.
Este orden desorbitado cambia con la visita sorpresiva de Cloe, su hija de once años. A partir de esta presencia infantil benefactora, Coppola consigue registrar y transmitir al espectador la soledad de una vida llena de vacíos. Así, los largos silencios entre ambos personajes dicen mucho más que sus erráticos y repetidos desplazamientos en el espacio.
Somewhere incluye también un viaje a Italia, lo que implica un homenaje consciente a la película fundacional de Rossellini y una apropiación de sus múltiples transparencias entre vida y cine. Ante esta idea no resulta difícil interpretar la amplia serie de habitaciones de hotel que pueblan la película como el eco de la infancia viajera, y de atención personalizada, vivida por Sofia Coppola durante los rodajes de su padre.
Somewhere es cine de matices familiares, biográficos y autobiográficos, cuyas fronteras han sido cuidadosamente borradas. Si el personaje de Cloe es una referencia a la propia directora del filme, otro tanto podría afirmarse del niño actor que hace algunos años fue Stephen Dorff.
Somewhere es la reflexión personal sobre una vida vivida en medio del cine y una reflexión sobre la vida del cine y sus posibilidades. Somewhere confirma que aún es posible concentrar la mirada en el reverso del glamour cinematográfico y en los ciclos del cine como arte expresivo.
Hace muchos años, el director español Luis Buñuel comentaba con cierta tristeza: “La luz cinematográfica está dosificada y encadenada. En ninguna de las artes tradicionales, como en el cine, existe una desproporción tan grande entre posibilidad y realización”.
Hoy, el panorama delante de nuestros ojos no parece demasiado distinto; aunque en algún lugar, en Somewhere y en virtud de Somewhere, Sofia Coppola representa una luminosa diferencia.