El 1.º de noviembre de 1842, José María Alfaro, jefe supremo provisorio del Estado Soberano de Costa Rica, comunicó la creación del periódico oficial Mentor Costarricense . Un decreto de ese día consideró “que la opinión pública que debe ser el oráculo de un Gobierno libre y popular, no puede conocerse bien sino es expresandose bien bajo los auspicios de la augusta libertad de imprenta”.
Alfaro institucionalizó así principios esenciales ligados a la publicación de pensamiento y al fomento del debate, aspectos que caracterizaron la vida de ese semanario oficial.
Antes de existir dicho periódico, se habían publicado El Noticioso Universal, en 1833, por medio de la imprenta La Merced, y La Tertulia, en 1834, utilizando la imprenta La Paz.
El artículo 4.º del decreto de creación del Mentor Costarricense se orientó a fomentar el comercio, actividad de primer orden para un país que apenas contaba con dos décadas de emancipación. El mencionado artículo señaló:
“Podran insertarse comunicados ó avisos de interés particular, pagando su valor conforme el reglamento de la imprenta, los que pretendan su insercion; mas los que se suscriban podrán hacerlo sin esta obligacion”.
Muchos anuncios aparecieron publicados bajo el título de Avisos durante los cuatro años de vida del semanario de gobierno.
Todos esos avisos reflejan cómo la emergente actividad cafetalera –desarrollada en el centro del país durante el decenio de 1840– influyó en el surgimiento de nuevos gustos, estilos de consumo y requerimientos materiales de un sector social asociado a la producción y exportación del “grano dorado”.
Los dividendos generados por la actividad cafetalera pronto posibilitaron cierta acumulación de riqueza en un pequeño grupo que tuvo así la posibilidad de adquirir productos y servicios suntuarios.
Sombreros y licores. Anuncios insertos en el órgano de difusión gubernamental dieron a conocer el ofrecimiento de diseños de sombreros en la capital: elegantes y de la mejor calidad. “Asimismo se trabaja al gusto i capricho del comprador; i todo á precios mui cómodos”, indicó un aviso del Mentor Costarricense del 22 de noviembre de 1845.
En abril de ese mismo año, José MacGregor insertó otro anuncio, esta vez relacionado con la relojería. “El que suscribe abrirá su establecimiento de relojeria en la primer tienda de la casa del Señor Gabriel Solís, i suplica a los habitantes de esta Capital i a los de otras Ciudades del Estado, se sirvan ocuparlo como Fabricante de relojes de bolsa, termómetros, i relojes de pendulo”.
Ambos negocios, pensados para un selecto grupo de consumidores, evidencian el interés en reproducir patrones de consumo característicos de naciones europeas que dictaban los cánones en el mundo de la moda, como Francia e Inglaterra.
En 1845 se abrió una casa comercial bajo la “direccion i con la responsabilidad de los Señores Herrán i compañía de Burdeus”.
Un año después, otro anuncio señaló que el comerciante Ramón Molina “tiene el honor de poner en conocimiento del publico que al lado de su tienda de ropa en la calle del cuartel al Carmen nuevo, acaba de abrir otra donde se venderán, por botella i en cajon, licores i vinos de toda clase, de la mejor calidad i á precios moderados”.
Todo confirma que la oferta se tornaba más amplia y exclusiva en capital la costarricense.
Muebles y fondas. En noviembre de 1844, el taller de José Velarde se ofreció para construir máquinas que quebrasen café, hechas con cilindros de piedra montados en estructuras de bronce y con una resistente armadura de madera.
Igualmente, el anuncio señaló que en el mencionado taller “se trabaja toda clase de muebles para el adorno de las casas i se tornea todo lo que se pida de madera para obras que otros quieran construir, i se vende charol francés, barniz copal, i espiritu de trementina ó aguarrás”.
Hasta transporte de productos al extranjero se ofreció en el Mentor Costarricense . Un anuncio del 22 de febrero de 1845 indicó que “La Barca Chilena Sonsonete, su Capitan F. Bomichsen, que actualmente se halla fondeada en Punta-Arenas, solicita flete [carga] para [el puerto chileno de] Valparaíso”.
También es destacable la apertura de casas que ofrecieron alimentos. En octubre de 1845, un aviso indicó:
“La Señora Maria Paynter tiene el honor de informar al Publico que ha establecido una pequeña fonda con el objeto de proporcionar la comida á los forasteros ó personas que no tengan familia en esta capital; i ofrece por su parte esmerarse i tener satisfechos á los individuos que se dignen favorecerla”.
En 1846, otro aviso de similar naturaleza dejó ver la demanda creciente que ese tipo de servicios generó en la capital. El Mentor Costarricense del 18 de abril de ese año anunció:
“La Señora Maria Josefa Garita esposa del Señor Dionicio Mora ofrece dar asistencia en su mesa á los que quieran comer en su casa, que esta al frente de la del finado Braulio Carrillo: Los que quieran pueden pasar a su casa i justarse con ella; de la semana de pascua en adelante”.
La venta de comidas resulta un indicio de cómo el movimiento demográfico hacia el centro del país suscitó el establecimiento de lugares que brindaron alimentación a personas carentes de familiares en San José.
Estas actividades se describieron como servicios que se proporcionaban y se contrataban. Constituyeron un preámbulo del inusitado crecimiento mercantil y urbano que experimentó San José a partir de la segunda mitad del siglo XIX, crecimiento que le otorgó un renovado aire como la ciudad más importante del país desde una época tan temprana.
Los avisos del Mentor Costarricense no solamente anunciaron almuerzos y sombreros: revelaron la aparición de cambios muy profundos en nuestro país.
EL AUTOR ES ENCARGADO DEL PROGRAMA DE ESTUDIOS GENERALES DE LA UNED Y PROFESOR DE HISTORIA EN LA ESCUELA DE ESTUDIOS GENERALES DE LA UCR.