El presidente de China, Hu Jintao, obsequió a nuestra presidenta Laura Chinchilla $8,0 millones para “uso discrecional”. Si ella lo acepta, debe ser con mucha inteligencia y poca inocencia. La formación académica de doña Laura en ciencia social le permite darse cuenta que, en la cultura china, tales gestos requieren interpretación cuidadosa y sutil, desde la perspectiva de funciones latentes y manifiestas, que describen los sociólogos, así como en términos de objetivos de corto y largo plazo, que aplican los economistas.
También conviene tomar en cuenta que, en enero del año pasado, una estatua de Confucio fue inaugurada en la plaza Tiananmen, de Pekin, cerca de otra de Mao Zedong, según información de Internet. Con este acto oficial, el Gobierno chino aparentemente reconocía las raíces de su filosofía en los siglos V-III a. C y su continuidad hasta el actual siglo XXI d. C. Además, considerando la seriedad y solemnidad de las tradiciones que sostienen las decisiones públicas en esa sociedad, sobre temas trascendentes de alcance nacional e internacional, es útil examinar algunas ideas específicas de ese sabio sobre obsequios monetarios en su Cuarto Libro Clásico, Segunda Parte, HIA-MENG, Capítulo IV:
• “Quien, para no apartarse del recto camino, rechaza unas rentas, permanece gozoso en su pobreza”.
• “¿Cómo es que cuando se trata de una ayuda debe aceptar y cuando se trata de un obsequio debe rechazarlo?”.
• “Por qué un obsequio en ciertas ocasiones puede lesionar la dignidad de quien lo recibe”.
• “Quienes no ocupan ningún cargo público y reciben obsequios del príncipe pueden ser considerados como hombres indignos y sin pundonor”.
No interpretaré esas ideas para la presidenta, personalmente, ni para el Gobierno, institucionalmente. Solo advierto que mi impresión sobre China es que sus decisiones públicas –pequeñas y grandes, nacionales e internacionales– suelen ser de gran seriedad, sobriedad, solemnidad y consecuencia. La conexión entre lo filosófico, político y administrativo es estricta; entonces, el compromiso de nuestro país, al aceptar ese gesto del presidente Jintao, es hondo; y los chinos lo llevarán hasta sus últimas consecuencias, según enseñó Confucio.
Igual significado y efectos tiene el estadio construido en la administración Arias Sánchez. La Nación informa sobre otros compromisos, y doña Laura augura un “futuro de prosperidad” para Costa Rica y China. (P. Quince, 21/8/12):
“En nuestra reciente visita a China, de la mano del presidente Hu Jintao (sic), identificamos las áreas en las que profundizaremos nuestros esfuerzos de cooperación, con miras a apoyarnos mutuamente, intercambiar experiencias y obtener resultados que nos impulsen a alcanzar niveles más altos de desarrollo”.
Me pregunto si doña Laura se ha asesorado con antropólogos, sociólogos y economistas sobre la interpretación de esas palabras desde la perspectiva del Ministerio de RR. EE., analistas políticos y planificadores en China.
Me pregunto si, en Costa Rica, estaremos tomando en cuenta, como Edwin Pinzón Vargas en Panamá, que “Globalización y diplomacia expresan hoy una renovada conceptualización (sic) en la cambiante estructura internacional que también se manifiesta en una profunda fragmentación, porque está presente la tendencia al surgimiento y consolidación, según sea el caso, de varias potencias económicas hacia el siglo XXI (Unión Europea, Japón, China y Rusia) y un grupo de medianos y pequeños países que tratan de emerger en ese escenario: México, Argentina, Brasil y Venezuela (los cuales) tenderán a producir transformaciones culturales dramáticas, que de hecho no son aceptadas cómodamente por todos”.
Espero que doña Laura y su equipo sepan cuáles y cuántas jugadas prever en ese ajedrez geopolítico, aunque reconozco que no las pueden decir todas públicamente, y, a pesar de todo, convendría consultar al maestro.