El primer ser humano en descubrir que la vida se mueve como las ramas de un arbusto o árbol, será Charles Darwin, quien, luego de un largo y peligroso viaje de cinco años en un tipo de barco-fragata, conocido como “ataúdes flotantes”, recorrió toda la esfera del mundo y sus principales mares. Sus agudos ojos se habían expuesto a maravillosas formas de vida, pájaros, lagartos y tortugas gigantes, insectos y plantas. En su cuaderno, página 35, apunta: “En la brevedad de la vida de las especies hay cierto orden relacionado con algunas en las conexiones ('). El fin absoluto de ciertas formas, considerando Sur América, independiente de causas externas, aparece muy probable: recordar el caballo, llama (')”; luego, en la página 36, y como si todo se le iluminara en su cabeza, alcanza a escribir solo una expresión: “Pienso”, y dibuja lo que sería el primer árbol de la vida; algo que podríamos asemejarlo a un racimo de uvas, sin las uvas.
Así es el árbol de la vida; siempre se regenera con el cambio de hojas y nuevas ramas; sus troncos y primeras ramas sirven para darles soporte a las que siguen. Tres son los principales tipos de árboles que componen ese bosque de la vida: el natural, el humano y el divino.
Las jerarquías del bosque es el orden según el tamaño de las fuerzas que mueven la vida. Para Darwin, la selección natural será la fuerza de la naturaleza que opera sobre las especies y que determina, finalmente, cuál sobrevive, la evolución de las especies. Una especie que se extingue puede ser el antecesor de la especie que sobrevive. En sus palabras: “En la variabilidad de los seres orgánicos y en la acción de la selección natural, no parece haber más predestinación que en la dirección en la que sopla el viento”. El primer emperador romano, Octavio, enumera cómo el honor y reconocimiento universal lo mueven: “Frecuentemente combatí, en tierra y mar, guerras civiles y externas en todo mundo y, victorioso, perdoné a todos los ciudadanos que me pidieron el perdón. Preferí salvar en vez de destruir a los pueblos extranjeros que podían ser perdonados sin peligro”. Cambia su nombre a Augusto: “En vista del mérito mío, fui por un senado consulto llamado Augusto, y la puerta de mi casa fue adornada por laureles, y en la entrada fue puesta una corona cívica. En la Curia Julia fue puesto un escudo de oro donde se lee que esto me lo ofrece el senado y el pueblo romano en reconocimiento a mi valor, clemencia, justicia y piedad”.
Para Jesús era su misión divina abrir el camino de salvación para la humanidad; entra a Jerusalén montado sobre los lomos de un animal domesticado de la familia del caballo, un borrico; lo hará de la manera en que fue coronado el rey Salomón por su padre el rey David y con el júbilo de las personas que encuentra a su paso. El papa Benedicto XVI lo explica: “Él es el que rompe los arcos de guerra, un rey de la paz y un rey de la sencillez, un rey de los pobres (...). Manda por delante a dos discípulos, diciéndoles que encontrarían un borrico atado, un pollino, que nadie había montado (...). Un borrico atado hace referencia al que tiene que venir. Según la bendición de Jacob a sus hijos ('), el bastón de mando, que no le será quitado de sus rodillas hasta que llegue aquel a quien le pertenece y a quien los pueblos deben obedecer ('). El que ata a la vid su borrico y a la cepa el pollino de su asna”.
La cooperación de la vida. La muerte de su hija predilecta, Annie, de 9 años, aleja a Darwin más de la creencia en un Dios presente en la naturaleza. Cuatro años después, le escribe a un amigo: “No puedo persuadirme de que un Dios benevolente y omnipotente hubiera creado adrede a los icneumónidos ‘insectos parásitos’, con la intención expresa de que se alimenten de los cuerpos vivos de las orugas o de que un gato jugase con ratones”. Augusto busca acercarse con sus actos a los bienes más divinos, como la paz y beneficio de la humanidad. En la “inscripción de Priene” se muestra como este gobernante se veía más allá de un simple soberano: “desde la Providencia, que ha ordenado todas las cosas y está profundamente interesada en nuestra vida, ha puesto en orden perfecto la mayoría, dándonos a Augusto, a quien ella llenó de virtud que puede beneficiar a la humanidad, enviándolo como Salvador, tanto para nosotros como para nuestros descendientes, que él podría poner fin a la guerra y arreglar todas las cosas ('); desde el cumpleaños del Dios Augusto fue el comienzo de las buenas nuevas para el mundo que llegó por él”. Sera la “Paz Augusta” un tiempo de paz universal que daría a los habitantes del Imperio tranquilidad y esperanza.
En los días del nacimiento de Jesús, sucedió la firma de un decreto del emperador Augusto, donde ordenaba hacer el censo al mundo entero. Su nacimiento se dará en Belén, la ciudad natal del rey David; no había sitio en la posada, por lo que nace en un establo. Es colocado en un pesebre, lugar de comida de los animales, se presume por el profeta Isaías, que cerca de este había dos animales domesticados: el buey y el asno, como indica el papa Benedicto XVI: “Así, el pesebre sería de algún modo el Arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres, y ante la cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para ‘el buey y el asno’, para la humanidad, compuesta por judíos y gentiles”.
La extinción de la vida. Augusto, en su lecho de muerte, se preguntaba acerca de si existía inquietud en el exterior sobre él. A sus amigos presentes les pregunta “si les parecía que había representado con fidelidad la farsa de la vida”, y agregaba: “si en algo os ha gustado, dad a la pieza el aplauso y todos manifestadnos vuestra alegría”. La muerte de Jesús se dará una semana después de su entrada jubilosa a Jerusalén. Ya tenía contra sí a un amplio sector de las autoridades religiosas que deseaban su muerte. Algo que solo podía realizar el gobernador romano, Poncio Pilatos, ante la insistencia y amenaza de las autoridades religiosas de que el asunto llegara a oídos del emperador. Es condenado a muerte de cruz. Al momento, sus discípulos habían huido y solo se encontraban con él, Juan, su madre y algunas mujeres.
Según relata el mismo Juan: “Jesús al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’. Luego dijo al discípulo: ‘Ahí tienes a tu madre’. Dice luego, ‘Tengo sed’, le dan vinagre, y luego dijo: ‘Todo está cumplido’. E inclinando la cabeza entregó el espíritu”. Será sobre los caminos y el orden del Imperio romano que Augusto formó, que 150 años después, el cristianismo sumará 6 millones de personas, y en 50 años más, sumará 33 millones. Las pinturas más antiguas de la humanidad se encuentran en las cuevas de Chauvet en Francia, descubiertas apenas hace 17 años; su edad se calcula en más de 30.000 años. En ellas se pueden ver antiguos retratos de animales, como jabalíes, osos, caballos, leones, hienas, entre otros. El caballo en especial, luego será domado por los descendientes de estos pintores. Y será la fuerza motriz de las culturas euro-asiáticas. También se puede ver las manos impresas de seres humanos en las paredes y pisadas humanas. Y la figura de una cruz pintada. Quizás esas cavernas sean la más vieja representación del bosque de la vida, quizás sea un misterio o una simple coincidencia. Al final, las fuerzas de la vida que se mueven son ilimitadas; más allá de lo natural y de lo humano, siempre está la esperanza en algo mejor y la fe en alcanzarlo. Como dice San Agustín: “La fe es creer en lo que no vemos, y la recompensa de esa fe es ver aquello en lo creemos”.