08-04-11 Retratos de Alberto Caas en la biblioteca de su casa. San Pedro de Montes de Oca Foto: Luis Navarro (Luis Navarro)
Para conocer los libros que Alberto Cañas Escalante atesora entre ordenados y limpios estantes, no es necesario visitar su biblioteca: basta escucharlo unos cuantos minutos para advertir que este hombre siempre los lleva en los lúcidos anaqueles de su memoria. Sin embargo, Cañas ha permitido que entremos en los dos cuartos de luz ligera que conforman su biblioteca, donde estantes que crecen hasta el cielo raso soportan cerca de 15.000 libros.
Como sus ocupaciones, los recuerdos de Cañas parecen inacabables. Su verbo los destapa siempre nítidos y los rodea del filo que todos le conocen. Son recuerdos variopintos, como variopinta es su biblioteca. En la apretada estantería también hay cine –unas 6.000 películas– y música –de todo menos
Alberto Cañas ha distribuido todo con orden inexorable. “Desde aquí hasta aquella pared del fondo está la narrativa; en estos estantes acomodé la poesía; este armario es de teatro; aquí, debajo, hay filosofía y algo de política”, describe, con el encanto y seriedad de quien habla de sus hijos.
Mucho nos habló Cañas de
Alberto Cañas aprendió a leer cuando él y la memoria se encontraron. Si antes dijimos que sus recuerdos parecen incontables, valga aclarar que hay algo que este hombre ha olvidado: “Yo no me acuerdo de no haber sabido leer”. Su hermana, que había aprendido a leer sola, lo acercó a los libros cuando él tenía tres años.
–¡Diay!, las que les ponen a los chiquillos. Leía los periódicos, cuentos de hadas... De los cuentos de hadas uno pasa a Julio Verne, y ahí uno va avanzando. Recuerdo que, en la escuela, los libros que más circulaban eran de aventura. Se leía mucho a Salgari, pero a mí nunca me gustaron sus novelas porque carecían de una línea argumental. Entonces mi padre me motivó a leer a Julio Verne, cosa que todavía hago.
Desde hace 56 años, Cañas habita la atmósfera reposada de esta casa. “Ahora casi no hago otra cosa que leer. De joven no podía dedicarle todo el tiempo a la lectura porque debía salir, ir a pasear, ver a las muchachas... Ahora, esas son horas que dedico a los libros”, dice.
Por alguna razón, cuando habla de literatura, Cañas siempre torna a los autores costarricenses. Le preguntamos a cuál de ellos coloca a la cabeza, y emprende un recorrido por varios de ellos, de quienes habla cual si fuesen amigos.
–¡Ah, debe ser Aquileo!, aunque cada época ha tenido buenos autores. Fernández Guardia fue el fundador de nuestra literatura, indudablemente. Después vinieron Aquileo, Carmen Lyra, José Marín Cañas, Fabián Dobles y Joaquín Gutiérrez. De la siguiente generación, me parece que Daniel Gallegos es muy importante, al igual que Edelmira González, una mujer que ha sido muy despreciada pero que para mí es de primer nivel.
–Hoy en día se escriben cosas muy descuidadas, y las editoriales no se preocupan por eso. Si el libro medio se defiende, lo publican aunque contenga faltas de ortografía. Hay que ver no solamente la cantidad de porquería que se publica en Costa Rica, sino también la cantidad de libros que pudieron ser buenos si alguien hubiese tomado un lapicero rojo antes de enviarlo a la imprenta.
– El valor de un libro es intrínseco: son o no son. El valor está en lo que se dice y en cómo se dice: no en la fecha en la que se escribió. Eso es un disparate que solo tienen los críticos tontos. Si la obra es buena, no importa cómo ni cuándo se escribió. Sin embargo, algunas personas dicen: ‘Es que este señor escribe como se escribía antaño’; y esto ¿qué importa? ¡Ojalá pudieran escribir como Cervantes!
–Todos los que nos caigan en las manos. Yo creo que toda persona debería leer
”Todo depende de los gustos. Para mí, después de
”Por ejemplo, durante casi 50 años debimos soportar la lata de que las dos grandes obras del siglo XX eran
”Hay muchas cosas de ese tipo. Stefan Zweig, a quien respeto mucho, dijo que los tres grandes novelistas del siglo XIX fueron Balzac, Dickens y Dostoyévsky. Para mí, Balzac es un latoso: de toda esa cosa enorme de Balzac, si acaso hay tres o cuatro novelas que valgan la pena. Se lo digo porque las leí todas. Para mí es mucho más grande Galdós que Balzac, pero a Galdós nunca le dieron importancia mientras estuvo vivo”.
–El verso libre siempre ha existido, pero yo me pregunto: ¿cuál es la diferencia entre verso libre y prosa? El verso libre es una prosa hermosa que, si usted la escribe de corrido, la entiende de igual manera.
”Lo que pasa con los poetas del siglo XX es que renunciaron a la música. Dígame: ¿cuál gran poeta no ha usado la música? La poesía no es cuestión de escribir lo que hice anoche, en una servilleta. Yo le preguntaría a los muchachos que hacen eso cuál es la diferencia entre poesía y prosa.
”La diferencia no es escribir en rengloncitos porque hasta el
– Estoy leyendo lo que me faltaba de Juan Valera, que es otro de los que manejaba el idioma español como un ángel. Sigo llenando vacíos del pasado porque los vacíos del presente son una vaina.
– Bueno, es que yo he tenido varias vidas: vida universitaria, política, literaria... En realidad, ni tan siquiera sé si me van a recordar. A mí me gusta lo que he escrito, pero no creo que subsista. A los jóvenes no les intereso; a mis contemporáneos, sí, pero con reservas. Creo que algo de mi teatro podrá subsistir. Continuamente estoy dando permisos para que representen