Hace tres semanas don Fernando Berrocal divulgó una información por medio de Radio Santa Clara de San Carlos, que, de ser cierta, constituiría una estocada mortal al corazón de la credibilidad del Tribunal Supremo de Elecciones. Don Fernando dio a conocer ( audio en: http://www.goear.com/listen/d43b29a/fragmento-declaraciones-fernando-berrocal-en-radio-santa-clara-pac ) que en el momento del escrutinio de resultados en la noche de las elecciones del 2006, cuando el margen entre Óscar Arias y Ottón Solís se estrechaba a 3.000 votos, la cúpula de Arias decidió llamar al TSE para decirle qué hacer, y que el TSE lo hizo: detener el conteo de votos. Nos hemos enterado de esas declaraciones gracias a la pericia del diputado Manrique Oviedo.
El país debe estarle agradecido a don Fernando por su valentía y transparencia (aunque esta se manifieste tantos años después, cuando está en campaña enfrentado a los hermanos Arias), pues nunca es tarde para la verdad.
Esta denuncia se da en el marco de una lamentable seguidilla de hechos por medio de los cuales hemos llegado a conocer los peligrosos tentáculos de la “dictadura en democracia”. Ya sabemos de las presiones –eventualmente exitosas– de los Arias a los magistrados de la Sala IV para que pasaran la reelección. Esto lo conocimos por medio de don Guido Sáenz, miembro del círculo de los Arias en el momento en que se ejecutaron las presiones. Sabemos de otras llamadas notorias: por ejemplo, a amigos muy influyentes vinculados a la fiscalía en el caso BICSA y a amistades en puestos elevados en la Contraloría, también favorecidos por los Arias con nombramientos previos, en el caso EBI. Ahora es otro miembro de ese círculo al momento de los hechos, Fernando Berrocal, quien nos informa de las presiones exitosas de los Arias al TSE en horas y minutos cruciales para la democracia.
Corrupción política es el uso del poder y la influencia para beneficio personal o ser obsequioso a la influencia interesada de aquellos a los que se deben favores políticos. La noticia dada por don Fernando Berrocal, de quedarse ahí, revelaría grados cósmicos de corrupción de los que decidieron llamar y de los que optaron por obedecer. Sin embargo, procede advertir que Berrocal podría estar faltando a la verdad. Los vericuetos por la tangente con que ha reaccionado después de que la grabación de su denuncia traspasara las fronteras de San Carlos y llegase a la Meseta Central (véase, por ejemplo, su artículo en La Nación del 2 de octubre “Respuesta a Ottón Solís”) insinúan esa posibilidad.
Todos en el país queremos creer que el TSE es neutral y no acataría instrucciones de ningún partido, sobre todo, en el contexto de una elección con resultados tan estrechos como la de febrero del 2006. Nunca he cuestionado los resultados de esa elección ni la integridad de los magistrados del TSE. Esta información, aun siendo cierta, no varía mi posición sobre los resultados de esa elección. Pero en cuanto a la integridad de los magistrados, las cosas cambiarían de ahora en adelante si el TSE, ante la información dada por don Fernando Berrocal, simplemente “mira al otro lado”. Don Fernando no era un ujier del Balcón Verde. Tampoco puede descalificársele como un “chavista chancletudo” o un “resentido social”. Se trata de un exministro de varias carteras, de un exdiplomático, de un precandidato presidencial del partido gobernante y de un miembro prominente de la cúpula de los Arias al momento en que sucedieron los hechos que hoy divulga. Volaba tan alto en esa cúpula que estaba en la habitación del hotel acompañándoles la noche de las elecciones y, de acuerdo a sus declaraciones a Radio Santa Clara, hasta sugirió la ruta corrupta que supuestamente adoptaron Los Hermanos.
Bienvenido el mea culpa implícito en la información divulgada por don Fernando, pero es el Tribunal Supremo de Elecciones el que ahora tiene la palabra.