El cultivo del café en Costa Rica ha sido una tradición familiar. Algunas familias y fincas actuales vienen unidas a la actividad desde los inicios de la caficultura en el país desde el siglo antepasado.
En la actividad cafetalera, desde siempre, se han involucrado costarricenses que han dado su talento y su esfuerzo para crear y difundir bienestar en el país. Basta viajar por nuestras zonas cafetaleras para observar ejemplos vivos de la importancia socioeconómica de este cultivo maravilloso.
Con el fuerte perjuicio económico en la cosecha que está causando la roya del cafeto ( Hemileia vastatrix ) y que seguirá causando si no se atiende adecuadamente, los enfoques se dirigen hacia ese evento, pero el combate de las enfermedades es solo una parte, en el manejo integral que se debe hacer en las plantaciones.
Todas las prácticas necesarias para alcanzar al máximo el potencial que la planta tiene para producir cosecha, son importantes. Dentro de esas buenas prácticas, logradas después de muchos años de investigación seria y responsable en el campo y en los laboratorios de nuestro país, se pueden señalar algunas como las siguientes: la siembra, a distancias adecuadas, de plantas vigorosas, acompañadas con prácticas de conservación de los suelos. En cada hoyo de siembra se deben hacer adiciones de abonos orgánicos a la hora de colocar las plántulas. Abonamientos racionales en cuanto a cantidades, épocas, dosis, tipo de nutrimentos y costos. Podas del tejido de la planta, naturalmente agotado, luego de darnos buenas cosechas.
Combate de plagas y enfermedades, instancias en que la prevención juega un papel primordial. Manejo de la sombra y logro de todas sus bondades.
El uso en las fincas de las prácticas mencionadas, llevó a Costa Rica en años anteriores a ser el mejor productor de café por unidad de superficie del mundo.
Pero si todo lo anterior señalado es importante, lo es más el trasladar en forma efectiva esas valiosas herramientas al caficultor.
Los resultados obtenidos en la investigación deben llevarse a los finqueros de todo el país por medio de la extensión agrícola con el fin de que ellos los adapten a las condiciones de sus fincas.
Y aún más importante es capacitar y entrenar a los agrónomos extensionistas que llevarán esa información al usuario en la zona rural.
En el país existen agrónomos con mucha experiencia en el campo de la extensión agrícola, conocedores del cultivo del café y del medio sociorrural en que el cultivo se da y que pueden ser los entrenadores para esos encargados de hacer la labor de extensión. Con toda seguridad, si son llamados ellos vendrán a poner su esfuerzo y voluntad al servicio del país y así entre todos, superar esa lamentable eventualidad del agro.
A modo de sugerencia se puede señalar una serie de acciones que conviene llevar a cabo para enfrentar el evento fitopatológico que hoy se nos presenta.
Un programa de combate de la roya debe tener una estructura humana sencilla y funcional. El programa debe estar soportado en tres grupos de acción, a saber:
1) El grupo técnico asesor. 2) El equipo de extensionistas. 3) El grupo de caficultores meta.
1-El grupo técnico asesor estará formado por a) un experto en manejo integral del cultivo, b) un fitopatólogo con énfasis en caficultura, c) un experto en extensión agrícola
Esta estructura es elemental y lógica, según las características de la actividad cafetalera nacional. Será muy efectiva si es manejada por un equipo humano que tenga como objetivo común, el auxilio para el caficultor, su familia y para la caficultura nacional.
El equipo debe tener la certeza de que estará haciendo una labor, con la cual se llevará el beneficio y la alegría a un ejemplar grupo de compatriotas, quienes durante muchos años ha estado unidos a la tierra, creando fuentes de trabajo y poniendo en alto, internacionalmente, el nombre de Costa Rica.