En un contexto de cambio climático, el agua limpia y potable vale tanto como el oro.
La cuenca del río Lempa es compartida por Honduras y El Salvador, pero la deforestación del cerro Pital en El Salvador y las variaciones en los patrones de lluvias dejan la zona expuesta a deslizamientos. Asimismo, se prevén cambios en la temperatura y las precipitaciones que auguran períodos de inundaciones y sequías.
Si ya el agua es poca y podría estar contaminada por pesticidas, el cambio climático complicaría más las cosas para estas comunidades que dependen de la agricultura.
Esencialmente se cultiva repollo y papa, pero unas 65 familias quieren diversificar los cultivos por variedades que se adapten mejor a la altitud como puede ser el café y el aguacate. “Antes se sembraban peras, manzanas y duraznos. Eso se puede volver a sembrar”, dijo Pedro Hueso.
Para sanear la cuenca, se impulsa la agricultura orgánica para reducir el uso de pesticidas. “Ya cuando uno conoce y empieza a sembrar arbolitos, ya no quiere usar químicos. Es que los químicos dañan a toda la gente”, comentó Delfina García, quien posee una finca de café con sombra.
Paralelo a ello, el comité binacional promueve la protección de las fuentes de agua en río Chiquito y la creación de áreas protegidas de carácter privado para así proteger el bosque.
También se incentiva la reforestación. Para Balmore Montoya, consultor de UICN y enlace con Plan Trifinio de El Salvador, los árboles frutales proveen de sombra y son barrera natural ante ventiscas, protegen de la erosión y degradación del suelo.