Algunos desean escuchar solo elogios sobre el catolicismo, otros se muestran insensibles respecto a sus méritos. La violencia verbal de ambos sectores es irracional, actúan como sectas.
Legado. Benedicto XVI, frente a los extremos referidos, sostiene una posición equilibrada. Por una parte, es notoria su intención de propiciar una autocrítica a fondo de la Iglesia católica y, por otra, insiste en enlazar cristianismo y modernidad, al tiempo que busca evidenciar las insuficiencias de lo que denomina “relativismo” de la cultura contemporánea. En estos temas se fragua buena parte de su legado y a ellos me refiero en lo que sigue.
Pozo oscuro. Era el mes de marzo del año 2005. Se celebraba la Semana Santa. Al cardenal Ratzinger le correspondió presidir el Vía Crucis y en la novena estación dijo: “' ¡Cuánta suciedad en la Iglesia!... ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia!”.
Al orar expresó: Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse' también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los empañamos nosotros mismos. Nosotros quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes” (Vea Vía Crucis 2005, Meditaciones y oraciones del cardenal Joseph Ratzinger).
Para el entonces cardenal el cristianismo es un diamante, pero, si la suciedad que carcome sus entrañas impide ver su luz y su riqueza, es imperativo no sellar con silencios y encubrimientos las realidades autodestructivas que lo aprisionan. En América Latina el mejor ejemplo de la posición de Ratzinger, una vez asumido el pontificado, fue el abordaje del caso de los Legionarios de Cristo, liderados por Marcial Maciel, un hombre protegido por las autoridades religiosas a pesar de sus conductas sexuales ilegales, hijos secretos, adicciones y redes financieras cuasimafiosas. Benedicto XVI reabrió para investigación el caso de los Legionarios, suspendió a Maciel e intervino la organización (Vea los libros La voluntad de no saber ,de José Barba, Alberto Athié y Fernando González; y Marcial Maciel, historia de un criminal , de Carmen Aristegui).
Enemigos internos de la Iglesia. Al desatarse el escándalo internacional provocado por la encubierta pederastia clerical, el hoy papa emérito sostuvo que los principales ataques al Papa y a la Iglesia se originan dentro de la Iglesia, “'la mayor persecución de la Iglesia –dijo– no procede de los enemigos externos'”, de ahí la necesidad de que esta institución aprenda “'la penitencia”, acepte “la purificación” y no olvide que “el perdón no sustituye la justicia” (palabras de Benedicto XVI a los periodistas durante el vuelo hacia Portugal, 11/05/2010).
Hans Kung ha dicho que Ratzinger es corresponsable del encubrimiento de la pederastia clerical, pero se le olvida que, aun siendo esto cierto, no se le puede negar el mérito de haber sido él quien exigió enfrentarla y someterla a la justicia civil. Sus acciones han acelerado el fin de la impunidad y propiciado investigaciones sobre finanzas vaticanas, luchas por el poder en la Curia y diversas formas de corrupción clerical. De múltiples maneras Benedicto XVI ha hecho posible el giro reformista que parece querer impulsar el papa Francisco.
Modernidad. Otro asunto importante para interpretar el sentido del pontificado de Joseph Ratzinger es el de la relación cristianismo-modernidad. En el caso de Occidente el proyecto moderno subraya lo positivo de las ciencias, las tecnologías y la experiencia como fuentes de convivencia; defiende la independencia de las personas frente a los poderes formales y fácticos, y concibe la historia universal como progresiva emancipación del ser humano respecto a las injusticias sociales y las esclavitudes políticas.
Se ha dicho que Ratzinger es un hombre de espíritu medieval, ultraconservador, opuesto a la modernidad, pero tal apreciación, al menos en este tema, es equivocada. Su intervención en el diálogo con Jurgen Habermas (19/01/2004), las conferencias de Subiaco (1/04/2005), Ratisbona (12/09/2006) y Sapienza (17/01/2008), las declaraciones del año 2010 en Portugal, o el libro entrevista con Peter Seewal, llevan a una conclusión distinta.
“¿Estoy proponiendo –pregunta Ratzinger– un rechazo del iluminismo y de la modernidad?”. “Absolutamente no –responde–”. (Vea Joseph Ratzinger. Conferencia de Subiaco, 1 de abril 2005).
Luego de referirse a las relaciones “entre ilustración, secularismo y fe”, sostuvo que “el gran reto de este momento es que ambos – secularidad y cultura de la fe– se encuentren, y de este modo, encuentren su propia identidad” (palabras de Benedicto XVI a los periodistas durante el vuelo hacia Portugal, 11/05/2010).
En el marco de estas ideas Ratzinger plantea la necesidad, para el cristianismo, de dar un “'salto al presente'” y generar “un gran trabajo de traducción' al lenguaje de hoy, al pensamiento de hoy'” (conversación con Peter Seewal, 1993). Ese salto al presente exige una simultánea purificación interna de las instituciones religiosas, algo que él inició y ahora se espera que el papa Francisco retome y profundice. El cardenal Carlo Maria Martini –ya fallecido– coincidió con Ratzinger al afirmar que “La iglesia se ha retrasado 200 años'” (Vea Corriere de la Sera , Georg Sporschill y Federica Radice Fossati Confalomieri. Última entrevista al cardenal Martini, 1/09/2012).
No obstante, los aciertos de la tesis de Ratzinger sobre la modernidad, su planteamiento encierra una falta grave: La ausencia de consideraciones sistemáticas sobre las modernidades no occidentales, asunto que en un mundo de civilizaciones en interacción es insoslayable abordar hasta obtener las implicaciones prácticas correspondientes.
Camuflaje y transparencia. ¿De qué modo contribuir al desarrollo de sociedades pluralistas y multicivilizatorias? Benedicto XVI señala las prácticas que hacen posible una respuesta: Humildad, autocrítica, justicia, transparencia, purificación. Estas virtudes son muy distintas a las acostumbradas por aquellos que disfrazan sus fanatismos religiosos con ropaje de ciencia y academia. ¿Por qué el cínico camuflaje? Si algunos piensan que las mujeres, los hombres, los niños y las niñas son culpables de seducir a los religiosos pederastas para que estos practiquen violaciones, que lo digan sin adornos.
Si creen que solo ellos tienen la verdad y solo a ellos les compete transmitirla, que así lo defiendan. Si prefieren conducirse como si formaran parte de la secta más grande del mundo, henchida de soberbia y autocomplacida en sí misma, que así lo practiquen, pero que no se presenten como tolerantes y pacíficos cuando los inspira el desequilibrado y violento deseo de que todas las personas piensen, crean y sientan del mismo modo. El ser humano no tiene vocación de rebaño aun cuando existan muchos rebaños. No es humanidad lo que buscan, sino unanimidad.
La diversidad se les atraviesa en la garganta. “Cuánta suciedad”, “cuánta autosuficiencia”, cuánta razón tiene Benedicto XVI al intentar vencer la mentira, y erradicar el egoísmo institucionalizado y el encubrimiento. Ojalá el papa Francisco continúe lo bueno que el papa emérito comenzó y sea capaz de interiorizar los méritos de las modernidades y del humanismo secular. Las señales iniciales de su pontificado son positivas. En su deseo de una “Iglesia pobre y para los pobres” se escucha el eco de las bienaventuranzas. ¿Recuerdan? “Bienaventurados” los pobres, los justos, los inocentes, los puros. ¿Lo recuerdan?