Una inyección de cortisona administrada en las primeras seis horas posteriores a un momento traumático –como ser víctima de una agresión, un desastre natural o un ataque terrorista– podría evitar que la persona viva el resto de su vida con recuerdos atemorizantes del evento.
Los estudios del equipo de científicos israelíes dirigidos por Joseph Zohar, investigador de la Universidad de Tel Aviv, y Hagit Cohen, de la Universidad Ben Gurion, señalan que la administración de una dosis del fármaco reduce en el 60% las posibilidades de que se desarrolle estrés postraumático, un tipo de ansiedad que presentan personas que han pasado por un evento en el que su vida estuvo amenazada.
Entre sus síntomas más comunes están las memorias fuertes y continuas del momento traumático, pesadillas, el sentirse emocionalmente distante y tener estallidos de enojo.
Su origen está en la alteración de ciertas estructuras cerebrales debida al evento sufrido. Aunque hay tratamientos eficaces para combatirlo, como algunos fármacos y terapia, lo mejor sería no desarrollar el desorden del todo.
Allí entra en juego la cortisona. Nuestro cuerpo genera de forma natural la hormona cortisona y, cuando se está bajo una situación de estrés, segrega aún más. Se cree que la mayoría de las víctimas de un evento traumático no desarrollan un cuadro de ansiedad posterior gracias al efecto de la cortisona en el cerebro.
Basados en eso, Zohar y Cohen pensaron que una dosis extra de cortisona, en el momento preciso, quizás ayudaría a evitar que se alterasen las estructuras cerebrales tras el evento traumático.
Así fue. Su experimento, realizado en salas de emergencia, mostró que una dosis extra de cortisona reduce el riesgo de desarrollar el desorden.
Ahora, ambos científicos, junto con Rachel Yehuda, del Hospital Mount Sinai, en Nueva York, van a analizar los procesos bioquímicos de la cortisona en el cerebro en busca de entender mejor su mecanismo de acción.