Boulder, Colorado (New York Times). Un grupo de ecologistas estadounidenses está emprendiendo un nuevo censo a nivel microscópico: quieren identificar los virus, bacterias y demás especies diminutas que ya está viviendo en los hogares para luego formular estrategias que permitan manejar científicamente las casa, eliminando a las especies perjudiciales y fomentando a las benéficas para la salud.
“Necesitamos saber que hay primero. Si no se sabe eso, se está vagando a ciegas en el páramo”, explica Noah Fierer, microbiólogo de la Universidad de Colorado en Boulder.
Las casas, han descubierto, contienen firmas ecológicas identificables de sus habitantes humanos.
Incluso, los canes ejercen una influencia importante en las diminutas formas de vida que habitan en nuestras almohadas y pantallas de televisión, pues donde hay un perro, hay más bacterias .
Mirar hacia adentro. Los seres humanos somos una especie de interiores: pasamos casi 90% de nuestras vidas en cuevas de muros de yeso.
Sin embargo, tradicionalmente, los ecologistas se han aventurado al exterior para observar la biodiversidad de la naturaleza.
Pero, aunque un hogar pudiera parecer monótono al principio, es un verdadero ecosistema.
“La ecología no se queda en la puerta del frente; lo que es un hogar para uno también lo es para una variedad increíble de vida silvestre”, asegura.
Solo el “ambiente construido” es también en un ecosistema complejo que evoluciona bajo la presión selectiva de sus habitantes, su comportamiento y los materiales de construcción.
“En este momento, no comprendemos cómo funcionan las construcciones como ecosistemas”, dijo Jordan Peccia, ingeniero ambiental en la Universidad de Yale.
Peccia está examinando el vínculo entre la mayor diversidad de hongos en interiores y las tasas reducidas de asma.
Algún día, dijo, manejar la biodiversidad en interiores se topará con las preocupaciones tradicionales sobre el costo de la construcción y la eficiencia de la energía.
Buenos vecinos. “Por toda la historia de la humanidad, hemos creado ambientes en torno a nosotros y matamos a los que podrían ser malos”, dijo Rob Dunn, un biólogo de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, que ha tomado muestras de la vida microbiana en 1.400 hogares de todo Estados Unidos, como parte del proyecto La Vida Silvestre de Nuestra Casa.
Irónicamente, los humanos rápidamente “infectan” los espacios en los cuales viven. “Dejamos bacterias al tocar las superficies con nuestra piel expuesta”, asegura.
A temperatura ambiente, un humano sano proyecta una “nube” de unos 37 millones de bacterias por minuto que se dispersan por toda la casa y pueden sobrevivir por periodos extendidos.
“A gran parte del público en general no le importa lo que hay en el suelo. A la gente le importa lo que hay en su funda de almohada”, dice Fierer, a pesar de que los microbios que viven en su funda de almohada no son del todo diferentes de los que viven en el asiento de su indoro y ambas superficies están en contacto regular con la piel expuesta.
La buena noticia es que la mayoría de los microhabitantes son relativamente benignos; y, en cualquier caso, erradicarlos no es posible ni deseable.