Quienes alguna vez saquearon nidos y mataron tortugas para vender su carne se volvieron aliados de la conservación.
Por una temporada, diez hueveros dejaron ese negocio y se convirtieron en guías.
Todo partió de una invitación del proyecto de conservación de tortugas, en Moín, con dos objetivos: el primero, disminuir el saqueo de los nidos y permitir la supervivencia de la baula. El segundo objetivo, proveer una fuente de empleo.
Según Vanessa Lizano, encargada del proyecto, los ingresos generados por el programa de voluntariado permitieron contratar los servicios de los hueveros. “El monto era de ¢1,5 millones repartidos entre todos. No daba para un buen salario, pero por lo menos les ayudaba a comprar comida”, dijo.
“Cuando llegamos a proponerles la idea, nos decían que no querían hacer esto (saquear nidos), pero que no tenían otra forma de ingreso”, agregó Lizano.
Esta experiencia los hizo soñar con un programa turístico de guías locales para atender a todo aquel que quisiera ir a ver un desove.
“Moín queda a tres horas de San José. Con que se cobre $20 (unos ¢10.000), ya eso es algo para esta gente que no tiene trabajo. El turismo les daría una oportunidad.
”Todo el mundo estaba muy entusiasmado con la idea. Moín es un paraíso que no se ha explotado turísticamente; lo que pasa es que la inseguridad lo perjudica”, dijo.
Debido a los asaltos constantes y cada ve z más violentos, los voluntarios dejaron de ir y, con ellos, se redujeron los ingresos. Para esta temporada, no se pudo contratar a los hueveros como guías.