El pasado 5 de enero, un grupo de amigos fuimos a una zona de cañal recién cortado en Finca Guardiria (Turrialba). Llegamos a esparcir las cenizas de Michael J. Snarskis, arqueólogo estadounidense que hizo toda su carrera en Costa Rica. El lugar escogido no fue casual. Allí, en 1975, Michael había hallado el sitio arqueo-lógico de mayor antigüedad encontrado hasta ese momento en territorio costarricense. Finca Guardiria fue un campamento y taller de grupos paleoindios que formaron parte de la colonización del continente americano alrededor de 10.000 años antes de Cristo.
Aquel día, los alumnos, colegas y amigos comentamos que la muerte, a los 65 años, de Michael –o “Miguel”, como nos permitíamos saludarlo– fue prematura pues sus aportes podrían haberse extendido por más tiempo.
Nacido en Iowa en 1945, Michael Jay Snarskis obtuvo su bachillerato en Antropología en la Universidad de Yale en 1967. Estuvo en Costa Rica entre 1968 y 1970 como voluntario del Cuerpo de Paz, y viajó a Guácimo, donde observó mucho huaquerismo en los sitios arqueológicos. Allí nació su deseo de aportar esfuerzos al conocimiento de la arqueología de Costa Rica.
Michael Snarskis regresó a los Estados Unidos para concluir estudios de posgrado en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Después, en 1972, participó en una investigación en Acámbaro de Guanajuato (México), en la que sería su única investigación en un lugar situado fuera de Costa Rica.
Tesis esencial. Para 1973, Miguel había regresado a realizar sus primeras excavaciones en el Caribe Central de nuestro país. Obtuvo su maestría en Antropología en 1974, y en ese mismo año inició sus labores en el Departamento de Antropología e Historia del Museo Nacional de Costa Rica. Allí inició un programa de investigaciones con el aporte de un grupo de los primeros estudiantes de Arqueología de la Universidad de Costa Rica.
En aquellos años, la labor pendiente era inmensa. Varios proyectos de desarrollo impactaron sitios de gran importancia, y Miguel llevó a cabo o dirigió diversos salvamentos, ayudado por noveles arqueólogos.
En 1978, Miguel presentó su tesis de doctorado, The Archaeology of the Central Atlantic Watershed of Costa Rica , en la Universidad de Columbia, y obtuvo la distinción de “cum laude”. Esa tesis es el trabajo de referencia para la arqueología del Caribe Central y también de la Región Arqueológica Central.
Su propuesta de secuencia cultural y de tipología cerámica se mantiene hasta hoy. Su caracterización de los diferentes periodos de ocupación ha servido de base para posteriores trabajos, y sus ideas siguen siendo contrastadas con las nuevas investigaciones.
Desde entonces, Miguel asumió el papel de consejero, profesor y asesor de tesis de un buen número de estudiantes y arqueólogos graduados. Desde 1977 hasta 1988 se desempeñó como profesor interino en la UCR. Durante el periodo de 1981-1990 dirigió 9 de 12 tesis de licenciatura presentadas, e influyó de manera decisiva en la primera generación de arqueólogos graduada en nuestro país.
Varios de los que estuvimos en el cañal para despedir los restos de Snarskis somos parte del grupo de arqueólogos que tuvimos la fortuna de ser sus alumnos o de trabajar con Miguel en diversos proyectos: desde los que estuvieron con él en sus primeros trabajos en el Caribe Central en la década de 1970, hasta los que participaron en su última excavación, en Loma Corral (Guanacaste) en el 2006.
Investigador incansable. Miguel fue un investigador de tiempo completo, y, aunque su mayor trabajo lo hizo en la Región Central, conocía al dedillo las otras regiones. De carácter reservado y ceño adusto, su interés se despertaba vivamente ante un nuevo descubrimiento.
La mejor manera de aprender con Miguel ocurría en las sesiones de laboratorio, cuando él desplegaba su vasto conocimiento de la arqueología costarricense. Poseía una memoria fotográfica pues recordaba materiales similares excavados años atrás y los relacionaba con los que estaba analizando.
Sus contribuciones académicas fueron abundantes y en diversos campos. Destacan sus publicaciones, en inglés y en español, sobre cerámica, pero también sobre orfebrería y estatuaria.
Miguel presentó cerca de un centenar de ponencias académicas y otras conferencias en diversos países, y concedió numerosas entrevistas por radio y televisión.
Snarskis publicó varias síntesis de la arqueología de Costa Rica y propuso modelos de cambio cultural en los que discutía las relaciones de los grupos precolombinos de este territorio con Mesoamérica y Suramérica.
Miguel postuló un proceso de “balcanización” durante el último período (800-1500 d. C.), que implicó la presencia de asentamientos principales estratégicamente situados, junto con otros pequeños y subordinados: todo sometido a un mayor control político y regido por estrategias defensivas con alianzas ocasionales entre cacicazgos.
Editor y divulgador. Una de las facetas más relevantes de Miguel fue la de editor. En 1975, Luis Diego Gómez, entonces director del Museo Nacional, lo invitó a formar una revista técnica de arqueología.
Snarskis propuso una revista cuyos artículos fueran revisados por pares académicos, y escogió el nombre de Vínculos para motivar publicaciones de otras zonas de América Central.
Como una metáfora visual de tiempo y espacio, el nombre Vínculos se ubicaba en la portada de manera horizontal y vertical. Miguel fue el editor en los 10 años que trabajó para el Museo Nacional. Hoy, luego de más de 30 volúmenes, es la revista de su tipo que más ha durado en América Central y una de las más antiguas de Hispanoamérica.
Esa experiencia editorial facilitó a Miguel el trabajar en el Servicio Editorial del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) de 1986 a 1997.
Por su excelente dominio del español, pedíamos a Snarskis que revisase el estilo de nuestras publicaciones. Igualmente, traducía escritos técnicos al inglés para exhibi-ciones y panfletos.
Además, Miguel fue parte del comité que organizó la exitosa exhibición internacional Between Continents / Between Seas: Precolumbian Art of Costa Rica , que recorrió los Estados Unidos a principios de la década de 1980.
Snarskis fue un persistente buscador de fondos para la investigación. Ya en 1977 había conseguido una generosa donación del presidente Daniel Oduber para un proyecto de investigación a ambos lados de la cordillera de Guanacaste.
Igualmente, gestionó una partida gubernamental para evaluar el impacto arqueológico del Proyecto Hidroeléctrico Boruca.
Snarskis fundó la Asociación Arqueológica de Costa Rica, formada por residentes extranjeros que aportaban fondos para apoyar la investigación arqueológica. En sus últimos años, Miguel se desempeñó como consultor independiente y se interesó por la arqueología y el turismo.
De vuelta al cañal, esparcimos sus cenizas alrededor de una vasija de barro hecha por su exesposa, Rosa. Brindamos a la salud de Miguel, cosa que le habría gustado compartir, y quebramos la vasija.
Aunque Miguel no era religioso, se pronunciaron oraciones, se le cantó en bribri y se contaron sus historias. Una ofrenda de licor sobre sus cenizas y algunas paladas de tierra cerraron nuestra despedida mientras imaginábamos su rostro serio iluminándose con una de sus raras sonrisas.
El autor es arqueólogo del Museo Nacional de Costa Rica, del que fue director.