Querido maestro Ernesto Sábato, espero que no me cobre derechos por evocar su título, pero más allá de enormes diferencias, lo suyo es un grito por la salud de su país, y aquí, modestia aparte, quiero contribuir a que también Costa Rica despierte.
Hace unas semanas los diputados se encontraron en una ardua discusión si aceptar o no más héroes en el panteón nacional. Por fin se logró. ¡Lógico! No habría habido un Juan Santamaría (legendario o real) si no hubiera habido un muy real y muy trágico “Juanito” Mora, llevado a la tumba después de pasar por el paredón' Ahora, todavía en el mes de independencia, llama la atención (en comparación con muchos otros países), la cantidad de símbolos, mitos, escudos e himnos de diversa índole que aquí se usan. Me gusta más el himno patriótico del 15 de septiembre porque no invoca un trozo de género –la bandera–, sino provoca directamente a las personas, con la admonición de que “sepamos ser libres/ no siervos menguados”...
Pero, seamos francos, nuestras adicciones y oscuros intereses creados nos están llevando a la tumba, sin gloria además. El Sr. ministro de Justicia llamó al combate de independencia profunda, contra la violencia, las drogas y la desesperación. La falta de motivo vital, individual y colectivo están socavando las bases de este país. Más fuerte en expresión, más triste todavía en diagnóstico, fue el reciente discurso de la Sra. Presidenta contra tanto filibusterismo de nuevo cuño. Que quede claro, los sepultureros ya llegaron, nacionales y extranjeros, no importa para el caso esa clasificación.
Tiempos de guerra. Vivimos tiempos difíciles, dijo ella, doña Laura; tiempos de guerra, señalo yo. No hay que ser politólogo ni leer o ver a diario esos morbosos periódicos o noticieros con tinta e imágenes en rojo, como para constatar una galopante “mexicanización” detrás de tanto asesinato y acaparamiento de drogas: ya estamos en la lista negra por estar en la ruta de paso. Pero ¿qué vemos por doquier? Frente a los tentáculos del crimen organizado, la perspectiva del avestruz, en sectores de la oposición parlamentaria y hasta en el mismo Poder Judicial, anteponiendo el egoísmo de algunos, dentro de lo “legal”, frente a la imperiosa necesidad de la inmensa mayoría por protección real, legítima.
Ese caso de los retenes es para gritar de impotencia. Pasa que con la Policía, de por sí escasa y encima desarticulada (entre fuerza pública, tránsito y otros cuerpos que más existen en el papel que en la realidad); ahora, además, con ese idílico pronunciamiento de la Sala IV, en la práctica nos hallamos desamparados, literalmente a merced de traficantes de toda calaña.
Pronto otro leguleyo encontrará ofensivo y degradante que le revisen a uno en el aeropuerto, antes de subir a un avión. A mi me molesta mucho todo ello, pero lo prefiero antes que morir en un avión'
Aplaudo las palabras del Sr. ministro de Educación: la independencia real es también cultivar sensibilidad respecto de la necesaria convivencia. Podemos naufragar entre todos (todos adelante, hacia el cementerio), pero también debemos poner cada uno de lo nuestro sin esperar que papito Estado, como siempre, se encargue de la tarea que no incumbe a todos, individualmente.
De allí, por favor, menos charanga, menos pandereta: seguimos educando con militarismo. Dejemos ese pueblerino y localista sobar el ombligo: el enemigo está ya en casa. Nada de alarmismo: realidad inminente. Más educación real, por dentro. Nos urgen héroes. Tiene razón, querido don Ernesto Sábato: antes de que también aquí terminemos todos en tumba, debemos poner “la resistencia”, aludiendo a otro valioso título suyo.