El lunes pasado, el doble máster en Derecho y en justicia me dedicó otro bilioso panegírico con título de colilla navideña, repleto de falacias del espantapájaros y con muchas falsedades, en obvia contraprestación a los ¢22 millones de honorarios girados por Víctor Rafael Castro Fernández de la cuenta bancaria de Las Cóncavas S. A., empresa que no es cliente suya.
Nunca he amenazado con una querella a ningún adversario. Mis querellas siempre han sido admitidas y las he ganado. Nunca he intentado ahorcar a nadie. Nunca he defendido, ni defenderé a mafioso alguno, ni utilizo una marca subliminal para atraer esa estirpe de clientes. Nunca he injuriado a nadie por sus preferencias sexuales, ni he tenido que retractarme por semejantes insultos.
Mi toga jamás se ha trocado en chaqueta mercenaria, ni para tomar baños de sol en la alberca condominal. No me escondo en un debate, ni pido que saquen a los periodistas de las salas de juicio para evitar fotos junto a mis clientes. Estoy orgulloso de mi clientela.
En el proceso administrativo 22-2010 del Registro Nacional, quedó muy claro su comportamiento. Su gratuito encono y sus sudorosos berrinches son realmente chistosos. Continúe así.