Fue el pasado 4 de noviembre cuando las vacaciones de los Richter dieron un vuelco que no se esperaban. La anciana pareja viajó a Daytona Beach en Florida, Estados Unidos, con su gata Holly, de cuatro años, en un remolque.
Durante la noche, mientras veían un espectáculo de fuegos artificiales, la pequeña mascota que permanecía dentro del remolque se escapó asustada por el ruido de la pólvora.
Al enterarse Jacob y Bonnie Richter de que su gata de la raza tortoiseshell no estaba donde la habían dejado, rebuscaron por toda la zona, pero los esfuerzos fueron vanos. Desesperados por hallar algún indicio, corrieron la voz e hicieron volantes con su foto y una leyenda en inglés que decía “Gata perdida, ayuda por favor”. Mas nadie dio con el rastro de Holly, y los Richter volvieron resignados a su hogar en Palm Beach, a más de 300 kilómetros de Daytona.
Nadie entiende cómo, dos meses después, una escuálida y golpeada gata muy parecida a la del rótulo de los Richter apareció en el patio de una señora llamada Barb Mazzola en Palm Beach, a poco más de un kilómetro de la casa de la anciana pareja.
Mazzola y sus hijos se ocuparon del animal durante una semana, dándole alimento y los cuidados necesarios. Se encariñaron mucho con la mascota, que poco a poco iba fortaleciéndose. Hasta que el domingo la llevaron al veterinario y, al examinarla, este le encontró entre sus negros y marrones pelos, un microchip implantado en su piel. Revisaron los datos y... ¡era Holly! La información del chip dio con los datos de la familia Richter. {^SingleDocumentControl|(AliasPath)/2013-02-17/RevistaDominical/Articulos/RD1702-GATO/RD1702-GATO-quote|(ClassName)gsi.gn3quote|(Transformation)gsi.gn3quote.RevistaDominicalQuoteSinExpandir^} “Es un milagro”, dijo el veterinario Marty Becker a la cadena estadounidense ABC News, al darse cuenta de que el felino anduvo perdido 62 días y caminó más de 300 kilómetros. “Todos los animales tienen sentido de orientación, pero es muy raro que los gatos encuentren el camino a casa en distancias tan largas”, añadió el veterinario.
Su orientación
La veterinaria costarricense Tannia Sánchez piensa distinto. Afirma que esta capacidad de orientación está más desarrollada en los gatos, pues saben cómo regresar a su casa por el olor que van dejando en el camino.
“En el ano tienen las llamadas glándulas perianales, que van dejando información. Por eso, los perros y gatos hacen sus necesidades a cada rato, para marcar su territorio y dejar esa información que dice quiénes son, cuántos años tienen y cuál es su hogar”, explica.
Por su parte, el especialista en comportamiento animal David Peiró sostiene que aunque no existen estudios para demostrar científicamente tales comportamientos, su sentido de orientación se debe a una característica heredada de sus ancestros. “Los felinos son nocturnos y muchos se guían por la luna”, especula el especialista entrevistado.
Peiró sabe de estas prácticas orientacionales en otros animales como las abejas, por ejemplo, las cuales pueden ubicarse con puntos de referencia espacial. “Se basan en los grados que tiene el Sol con el eje de la Tierra, y también en figuras en el aire para saber donde está la comida”.
Se han desarrollado experimentos que confirman esta peculiar capacidad de los gatos.
Según menciona el diario estadounidense The New York Times , en 1954, un estudio en Alemania colocó a gatos en un laberinto circular con una serie de salidas cada 15 grados.
Al finalizar el experimento, se pudo ver que la mayoría de los animales salían por el lugar que daba justo a su casa.
Una de las investigaciones más recientes de National Geographic junto a la Universidad de Georgia, llamado “Kitty Cams”, ha demostrado el complejo comportamiento de los gatos tras un seguimiento continuo con cámaras de video que se les insertaron a 55 gatos. En el estudio, se demuestra la actividad deambulatoria de estos animales.
La evidencia sugiere que el popular dicho “más difícil que perder a un gato” no es cuento. A raíz del caso de Holly, The New York Times menciona tres casos en que otros gatos han viajado distancias de hasta 500 kilómetros para retornar a sus hogares. Una extraña habilidad de la que se desconoce la verdadera explicación, pero que a muchos les alivia el corazón.