Los radicales libres siempre han tenido mala prensa, desde que eran anarquistas del siglo XIX hasta hoy, cuando solamente son átomos a los que les falta un electrón y corren por los cuerpos de la gente.
Los psicólogos de la física – los físicos cuánticos– sospechan que los pobres radicales libres son muy inestables; nunca están felices; van de un lado a otro ansiando compañía para su electrón romántico.
Esa vida errabunda, esos orbitares sin sosiego, no hacen bien a nadie. Al fin de su errancia sin fin, el radical libre acaba como un minidonjuán del microcosmos, dejando células maltrechas y acelerando el envejecimiento de la gente. Esta, cuando se entera de lo que pasó, termina echándoles la culpa a los radicales, como en la política.
Los radicales libres nos hacen más viejos, pero, como son inestables, dejan las cosas a medias porque no nos hacen más sabios.
Las culturas del mundo se han intrigado por la ancianidad y por la muerte, y algunas han supuesto que la eterna juventud y la inmortalidad son posibles: sí, ¿por qué no? –o sea, la típica pregunta de quienes pretenden que los demás les encuentren las respuestas–.
¿Dónde habita la inmortalidad? Para la fe cristiana, el agua simboliza el renacimiento espiritual por el bautismo. Para otras culturas, cierta agua también fue la esperanza de la eternidad, y más de uno salió en busca de la fuente de la juventud. Algunos no han vuelto, de modo que parece que no tuvieron éxito.
La mención más antigua de la fuente de la juventud tal vez sea la que consta en los libros del Avesta , según nos relata Mitos y utopías del Descubrimiento (cap. IX), extenso libro de Juan Gil, hombre que, si no es de pocas palabras, sí lo es de pocas sílabas.
A poco, el lugar misterioso de la fuente se trasladó a islas, como Eea, la isla de Calipso, amiga transitoria de Ulises. Parece que las islas lejanas y confusas son los lugares donde acaban los mitos y los presos.
Cristóbal Colón pensó que los indígenas americanos gozaban de la eterna juventud porque algunos que vio (el 14 de octubre de 1492) no pasaban de 30 años. Más tarde, el descubridor descubrió su error pues, ya sometidos a drásticas labores, vio cómo sus indígenas perdieron la lozanía junto con la vida.
El mito de la fuente de la eterna juventud sobrevivió un poco en la península de la Florida, donde debía de haber un río que brindaba una inmersión restauradora, un baño restaurante: nadie lo halló.
La fuente de la juventud está más cerca: en las ganas de aprender algo útil cada día.