Se supone que los informes anuales de los fideicomisarios ( trustees ) del Seguro Social y Medicare –se acaban de publicar las ediciones de 2013– deben mantener al público bien informado sobre estos programas tan populares. En realidad, hacen exactamente lo opuesto: confunden y engañan. Peor aún, permiten que los políticos evadan los aspectos más difíciles relativos a estos programas. Lo que deberíamos estar debatiendo es en qué medida los gastos de los jubilados deben dominar el Gobierno. En cambio, nos concentramos en la solidez actuarial de los fideicomisos ( trust ), una cuestión desconcertante, relacionada solo tangencialmente con las decisiones esenciales que debe tomar el país. Los fideicomisos deberían ser abolidos.
En la mente de la población, los fideicomisos sugieren que el Seguro Social y Medicare están en cuarentena del resto del Gobierno. En la medida en que los fideicomisos sigan siendo solventes, los beneficios prometidos pueden pagarse. Por tanto, la política a seguir se concentra en fortalecer los fideicomisos. Contra ese telón de fondo, era inevitable que los últimos informes de los fideicomisarios fueran anunciados como buenas noticias. Los incrementos más lentos en los costos de la asistencia médica han extendido la vida del fideicomisos de Medicare hasta el 2026, dos años más tarde de lo que se calculó el año pasado. Se proyecta que el fideicomiso del Seguro Social pagará los beneficios prometidos hasta 2033, lo mismo que se calculó el año pasado. Esas fechas parecen cómodamente lejanas.
Los titulares fueron optimistas. “El futuro de Medicare parece más brillante”, dijo el Washington Post . El de The New York Times fue casi idéntico: “Informe muestra mejor panorama para Medicare”.
Sean escépticos.
Examinen los informes –preparados principalmente por los actuarios del Seguro Social y Medicare– y verán poco motivo de optimismo. En el año fiscal 2012, los beneficios del Seguro Social y de Medicare sumaron $1.323 billones. Los impuestos a la nómina, las primas de Medicare y otras tarifas sumaron $920.000 millones. Desde el punto de vista del flujo de efectivo, eso dejó un déficit de $403.000 millones, $243.000 millones de Medicare y $160.000 millones del Seguro Social. El déficit debió cubrirse con ingresos generales del Tesoro y representó el 37% del déficit federal general para el 2012 de $1.087 billones.
Las cifras desmienten la noción de que el Seguro Social y/o Medicare no afectan el déficit. Los impuestos de la nómina cubren solo parte de los gastos. Eso ha ocurrido durante mucho tiempo con Medicare; ahora está sucediendo también con el Seguro Social. Todo el lío sobre los balances de los fideicomisos (que, desde el punto de vista contable, son reforzados por el interés que el Tesoro les acredita) oscurece todo esto. Se pueden tomar medidas. Los dólares que se gastan en el Seguro Social o en Medicare no pueden usarse en el control fronterizo, carreteras, almuerzos escolares, reglamentaciones financieras, aprontamiento militar ni el Servicio Forestal. Los dólares en impuestos para mantener el Seguro Social o Medicare no pueden utilizarse para otros propósitos.
La perspectiva es que tendremos más de lo mismo. Examinemos el cuadro V.F2, que proyecta el panorama del Seguro Social y Medicare para los próximos 75 años. En ese periodo, los actuarios calculan que los impuestos a la nómina, las primas de Medicare y otros impuestos, y las tarifas adjudicadas sumarán $73,2 billones. Lamentablemente, los gastos proyectados de $112,8 billones, representan más del 50%. De alguna manera, esa brecha deberá cerrarse reduciendo otros programas, elevando impuestos, obteniendo préstamos o recortando los beneficios del Seguro Social y Medicare. (Todos esos cálculos reflejan “valor actual”, tras haber convertido dólares futuros al valor actual).
Bueno, ¿no podría, la ralentización de los gastos de salud, rescatarnos? Quizás. Tras sorprender a muchos expertos, podría continuar sorprendiéndonos. Pero los actuarios de Medicare piensan que lo opuesto es más probable: Los gastos de salud proyectados calculan costos más bajos de lo que en realidad serán.
Una suposición poco realista es que el Congreso reducirá las tasas de reembolso de Medicare para los médicos en un 24,7% en el 2014. Eso es “poco plausible”, escribe Paul Spitalnic, actuario jefe en ejercicio, en un apéndice del informe. El Congreso ha invalidado recortes similares repetidamente en el pasado. En forma similar, las proyecciones incluyen reembolsos menores para los hospitales y para otros proveedores, ordenados por la Ley de Asistencia Asequible (Obamacare). Spitalnic también considera que esos recortes son poco realistas y que es probable que el Congreso los revoque.
“Las proyecciones financieras indicadas en este informe para Medicare no representan una expectativa razonable para las operaciones reales del programa”, escribe.
Debemos modernizar el Seguro Social y Medicare para que reflejen la mayor expectativa de vida, la creciente riqueza económica de los ancianos, los costos elevados de la asistencia médica y la carga que estos programas imponen sobre el resto de la sociedad. La obsesión con la solvencia de los fideicomisos es una locura que confunde a la población y constituye una distracción de aspectos más importantes. Por supuesto, los fideicomisos no se abolirán, precisamente porque la clase política no quiere enfrentar los problemas más serios.
ROBERT SAMUELSON inició su carrera como periodista de negocios en The Washington Post, en 1969. Además, fue reportero y columnista de prestigiosas revistas como Newsweek y National Journal.