Las conversaciones entre los partidos Unidad Socialcristiana y Acción Ciudadana para conformar una coalición electoral son, por lo pronto, un espejismo. Las conducen los responsables de los órganos de decisión formal, sin acompañamiento del liderazgo histórico. En uno y otro caso, es dudosa la capacidad de los negociadores para conseguir el apoyo de las bases, inclinadas a escuchar a los fundadores.
Los dirigentes del PAC no conversan con el PUSC, sino con la tendencia autodenominada “Renacer socialcristiano”. El expresidente Rafael Ángel Calderón no asiste a las reuniones ni les ha dado su bendición. Trabaja a la cabeza de “Convergencia calderonista” para ganar las asambleas distritales y recuperar el control del partido.
El exmandatario entró de lleno a la contienda. Endosa abiertamente a los candidatos de su tendencia mediante vídeos y otros recursos. Está empeñado en ganar las distritales del 24 de febrero y a partir de ahí nadie podrá detener su campaña para reconquistar el control. Según Pedro Muñoz, de “Renacer socialcristiano”, la votación distrital es “de vida o muerte”. La metáfora apunta a la posibilidad de que la dirigencia del PAC esté hablando con los muertos.
Los dirigentes del PUSC tampoco conversan con el PAC, sino con la tendencia opuesta a Ottón Solís, integrada por quienes sentaron al líder histórico detrás del mecate. Allí la situación es más compleja. La corriente afín al fundador descuidó durante demasiado tiempo el control de la estructura y, en este momento, las asambleas distritales ya están conformadas. Su integración concede a la dirigencia formal una ventaja de cara a la conformación de las cantonales, posteriormente las provinciales y, por último, la asamblea nacional.
El ottonismo procurará mejorar su posición en las cantonales, pero el resultado es menos previsible. El partido podría seguir en manos de la dirigencia formal, más ninguno de sus candidatos tiene arrastre electoral y las bases tenderán a alinearse con la corriente fundacional. Esa es la carta de Epsy Campbell, todavía no endosada por Solís pero respaldada por muchos de sus simpatizantes. Las encuestas conceden a Campbell una ventaja difícil de remontar en la pugna de tendencias y ella no disimula los guiños destinados al dirigente histórico, cuya participación está empeñada en recuperar.
El acercamiento a Solís y el respaldo de sus simpatizantes depende, en mucho, de la comunión con las condiciones esbozadas por el fundador para conformar alianzas. Quizá la dirigencia del PUSC esté conversando con interlocutores incapaces de cumplir, a la hora buena, los acuerdos forjados en los salones del restaurante Antojitos.